Jueves, 18 de Abril 2024

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La avenida “Miguel León-Portilla”

Por: José M. Murià

La avenida “Miguel León-Portilla”

La avenida “Miguel León-Portilla”

El pasado dos de septiembre se le impuso a una avenida de Zapopan el nombre de Miguel León-Portilla. Lástima que él no pudo estar presente, dado que se halla recluido en un hospital de la Ciudad de México.

Creo que fue muy atinado el hecho. Aunque debemos ser reacios a cambiar de nombre a las calles, en este caso resulta procedente en virtud de que tenía el de “Manuel Ávila Camacho”, lo que generaba una cauda de confusiones graves con la enorme avenida que llega hasta el corazón de Zapopan desde la glorieta de la Normal.

En lo personal agradezco sobremanera al gobierno de Zapopan haber dispuesto que esta arteria, que se descuelga desde las inmediaciones del Santuario hasta la avenida Patria, lleve de ahora en adelante el nombre de mi querido maestro. Me liga con él una amistad semisecular que, con el paso del tiempo, alcanzó una intensidad muy similar a la de un buen padre con su hijo.

Hemos pasado muchas cosas juntos y recorrido muchas leguas aéreas y terrestres desde la admiración original por su obra y mi rol de alumno, ya desde los años sesenta, pasando por su padrinazgo cuando me doctoré allá en El Colegio de México y luego cuando le dio la bienvenida a mi ingreso en la Academia Mexicana de la Historia.

Pero la mayor cohesión se produjo cuando, en los años ochenta, tuvo a bien sumarme a esa lucha diplomática a pecho abierto que llevamos a cabo para bajarle las ínfulas antiindigenistas al Reino de España y a ciertos grupos españolistas que padece nuestro mundo. Fue entonces cuando “las armas mexicanas se cubrieron de gloria” y se generalizó la idea de que lo ocurrido el 12 de octubre de 1492 no fue un descubrimiento a celebrar, sino un encuentro, con muchas aristas, que debía conmemorarse (“traer a la memoria”) para que de la reflexión conjunta surgiera una mejor comprensión y se desechara que las culturas originales de América debían ningunearse como si no hubieran existido o no valieran la pena.

Mi querido maestro no verá seguramente “su” calle, pero sí supo que habría una, de manera que, hace unos meses, me dictó lo que quizás es su último texto, dirigido a los zapopanos.

Si dicen que Carlos V de Alemania presumía que, en sus extensos dominios no se ponía el sol, de León-Portilla podemos afirmar que el astro rey nunca se oculta en su prestigio. Ha recibido más de 30 doctorados honoris causa de prestigiadas universidades de los cinco continentes. Remata dicha cauda de honores haber sido el único hispanohablante declarado “leyenda viviente de la humanidad” por la Biblioteca del Congreso de U.S.A.   Entre sus obras muy traducidas destaca, claro, La visión de los vencidos, que se puede leer en 20 idiomas diferentes.

Pero, lo que más aprecio de él, además de su calidad humana, es precisamente la vindicación que se le debe del sustrato indígena mexicano, desde una época en que nos abrumaba el vasconcelismo europeizante y se menospreciaba lo que no procedía de Europa.

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