Viernes, 19 de Abril 2024

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In partibus infidelium

Por: María Palomar

In partibus infidelium

In partibus infidelium

Al Arzobispo suizo Bruno Heim, Nuncio Papal en Londres en la década de 1980, le preguntaban que de dónde era arzobispo, si trabajaba en Inglaterra. “Soy Arzobispo de Xanthus”, respondía. Y si en las reuniones diplomáticas sus colegas inquirían que dónde estaba eso, contestaba: “en su mayor parte, aquí cerquita, en el Museo Británico”. Y es que Xanthus (el nombre latino de Janto en español y Xanthos en griego) ya no existe: era una ciudad de la antigua Licia, en Asia Menor (ahora Turquía), y sí: algunos de sus principales monumentos, como el de las Nereidas y la tumba de Payava, están en el Museo Británico, igual que muchas otras reliquias arqueológicas del lugar.

Don José Garibi y Rivera, Arzobispo de Guadalajara y el primer Cardenal mexicano, fue antes obispo y arzobispo auxiliar y llevó los títulos de Rhosus y de Bizya. Los actuales obispos auxiliares de Guadalajara (que al ser nombrados deben haber corrido a consultar Wikipedia) llevan los títulos de Sereddeli, Tucci y Vazari-Didda.

La razón por la cual se conservan sedes ficticias, o más bien extintas, para esos prelados (los auxiliares y los miembros del servicio diplomático vaticano) es que, con el fin de mantener la sucesión apostólica, deben heredar el báculo de una jurisdicción territorial de la Iglesia de los primeros tiempos: el obispo o arzobispo (literalmente supervisor y super-supervisor) lo era necesariamente de una circunscripción. Y fue una solución ingeniosa al problema que planteaba la imposibilidad de que un solo prelado cubriera las necesidades de diócesis con frecuencia gigantescas en territorio o en población.

Originalmente esos títulos llevaban el calificativo de in partibus infidelium (en tierras de infieles), lo que significaba que la mayoría estaban en el norte de África, Turquía y el Oriente próximo (también las hay europeas) pero fueron destruidas a raíz de las conquistas, sobre todo por los sarracenos, pero también por distintos invasores durante el Imperio romano y más tarde por el cisma de Oriente. Para no ofender a nadie, sobre todo a los ortodoxos, en 1882 el Papa León XIII, en su carta apostólica In Suprema, quitó lo de partibus infidelium y pasaron a llamarse “diócesis titulares”.

Esos títulos no siempre sirven para promover clérigos; a veces son una forma de mandar al retiro a alguno que resulta molesto. Fue el caso del antiguo Obispo de Évreux, en Francia, Monseñor Jacques Gaillot, a quien en 1995 el Papa Juan Pablo II obligó a renunciar debido a sus notorias discrepancias con ciertas enseñanzas oficiales de la Iglesia. Fue nombrado titular de Parthenia (una antigua diócesis del norte de África, abandonada y tragada por las arenas del desierto), y entonces se fue a vivir con paracaidistas en París y abrió en internet la primera “diócesis virtual” con un blog llamado “Voz en el desierto”.

No sería remoto que se decidiera suprimir esta costumbre y reformar el Código de Derecho Canónico para permitir que los obispos auxiliares dejaran de tener una adscripción territorial virtual. Pero sería una tristeza perder la memoria de esas antiquísimas diócesis.

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