La carta abierta de Enrique Alfaro a la UdeG se puede traducir en un enunciado: “Hagan lo que quieran, pero no hagan política”. Ahí late el corazón de su disenso con la institución. La pugna del mandatario nació política; y su fin -en ambos sentidos, como objetivo y tregua- será político o no será. El objetivo según el mandatario es que “Jalisco tenga una universidad de excelencia que siga siendo punta de lanza”... Si ya es punta de lanza, ¿no es necesariamente de excelencia? Esa sutil contradicción en la misiva del gobernador trasluce su verdadera fobia expresada en el resto del documento cuando apunta que la UdeG “debe dejar de usarse como instrumento de presión política”. Naturalmente se refiere a Hagamos, el partido político de la UdeG, su sistema de medios públicos y la visión crítica que los académicos tienen de su gestión. De todas las líneas de acción política de la UdeG, la del partido Hagamos, sin duda, es la más cuestionable. Un instituto político, legalmente constituido pero auspiciado por la casa de estudios, se aleja de las tareas sustantivas de la universidad. En la respuesta de Villanueva, “la pluralidad de ideas que se traduce en diversas expresiones políticas” en las que “la UdeG como institución no participa” es un eufemismo insuficiente para desmarcarse de Hagamos. Hallar un modelo satisfactorio para ambas partes sobre ese partido político (que ejerce una bolsa de 32 millones de pesos este año), sin dobles discursos ni simulación, será el mayor reto para que prospere el diálogo. Por otro lado, el Sistema Universitario de Radio, Televisión y Cinematografía, y la difusión colegiada de investigaciones, estudios y posturas de académicos sobre asuntos de la agenda pública difícilmente pueden acotarse. ¿Cómo prescindir de la opinión de especialistas de la UdeG sobre el agua, los incendios forestales, los desaparecidos, la inseguridad, las elecciones, etc.? En la naturaleza de estas actividades subyace la libertad de expresión y crítica a la que no puede renunciar la UdeG y cualquier universidad pública. Más que un control institucional de la casa de estudios, las condiciones del gobernador prefiguran la despolitización completa de la UdeG, su transmutación en una institución bovina, alejada del debate y la conversación pública. Eso sería una regresión con un sesgo antidemocrático y autoritario. Por el bien de Jalisco, no puede ocurrir. En aras de una imposible neutralidad, el gobernador exige una imposible benevolencia de la intelligentsia universitaria: “No respeto la autonomía universitaria para que me peguen”. Sin el liderazgo de Raúl Padilla López, Villanueva llega a un diálogo bajo condiciones de una capitulación. El rector y el gobernador Enrique Alfaro tienen la oportunidad de construir un modelo de universidad con autonomía crítica y libertad de cátedra, en donde los intereses de las y los jaliscienses se coloquen por encima de la política electoral trienal y sexenal, y sobre los intereses de grupos. La “carta intención” de ambos para el diálogo es apenas el preámbulo de una ardua e incalculable negociación.jonathan.lomelí@informador.com.mx