Conciencia, según la Real Academia Española, es, en una de sus acepciones, el “conocimiento que el ser humano tiene de su propia existencia, de sus estados y de sus actos”; en otra, señala, “es el conocimiento responsable y personal de una cosa determinada, como un deber o una situación” y una tercera, consigna la RAE, “conciencia es un juicio, un acto de inteligencia por el cual se juzga un hecho, conducta o suceso en particular, aprobándolo o reprobándolo”. Todas las definiciones tienen un común denominador: el ser humano. No puede ser de otra manera porque solo nosotros podemos ser conscientes, responsables de nosotros mismos y esa responsabilidad es ejercida en el marco de nuestras creencias y convicciones. Cuando, por la razón que sea, se reduce o pierde esa cualidad, las decisiones van alejándose de lo razonable, siendo influidas por la emotividad y, resulta que los seres humanos somos más emotivos que inteligentes. La famosa frase de Descartes, “Pienso, luego existo”, base del racionalismo, bien podría ser remplazada por “siento, luego existo”.La ira, admiración, enojo, frustración, propósito de revancha, deseo, incluso la sexualidad, están precedidos de estímulos que inhiben o limitan nuestra objetividad, haciéndonos altamente vulnerables. Recordemos que uno de los éxitos del fascismo fue la capacidad para conducir a la sociedad alemana mediante estímulos sensoriales. Hitler los enfocó contra el pueblo judío.La reflexión tiene que ver con las famosas redes sociales y la habilidad de sus administradores para influir y condicionar la respuesta de amplios sectores de la sociedad a partir de un manejo discrecional de la información. La tecnología y el capital están al servicio de poderosos intereses y se han convertido en una amenaza muy seria contra la democracia; los famosos algoritmos sí pueden decidir nuestro futuro. El último proceso electoral en los Estados Unidos de América, después de tres años, aún se encuentra bajo la sospecha de manipulación de los votantes por plataformas en favor de Trump. Vale la pena dedicarles un rato a los documentales en Netflix, El Dilema de las Redes Sociales y Nada es Privado, donde se hace evidente como se pueden inducir los resultados electorales a favor de alguien. La enseñanza que dejan es que no debemos ser reactivos, debemos actuar con mesura y discernir con sensatez en razón de nuestros intereses personales y nacionales.Lo peor que nos puede suceder frente a los enormes retos que enfrentamos es enredarnos en conflictos que puedan derivar en violencia. Solo les recuerdo que somos el único país en América cuyas disputas internas, a lo largo de la historia, se han resuelto en medio de baños de sangre. Así fue en la Independencia, la Reforma y la Revolución y, agréguenle, las llamadas Guerras Cristeras. El riesgo de dividirnos puede ser alentado por interesados en profundizar nuestras diferencias.Debemos hacer conciencia de que el camino es la civilidad. Ya en otras épocas hemos superado nuestros problemas en paz. México debe permanecer unido. ¡Que nada ni nadie nos separe!