Miércoles, 24 de Abril 2024

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Guadalajara ¿tienes todavía los arrestos?

Por: Juan Palomar

Guadalajara ¿tienes todavía los arrestos?

Guadalajara ¿tienes todavía los arrestos?

Tú, ciudad de las rosas y el tedio, los has tenido. Supiste levantarte y progresar después de peores desastres. Supiste mantener la cara en alto y jugártela, a tu peculiar modo, otra vez. Así, por cuatro siglos y medio. Y aquí estamos, a tu dulce y feroz vera, Guadalajara.

Llegó ahora otra plaga, te asola y rompe todas las desaforadas o pacientes rutinas. Todos encerrados tras sus muros, todos lejanos. Casas clausuradas, tiendas y restaurantes cerrados, fábricas, talleres, cines y casinos prohibidos. Tus calles, ahora deliciosas, nos regresan, sin la inmunda plaga de los coches, que era tu droga y tu perdición, cuatro perdidas décadas, cuando era humano y grato tu tránsito y tu visión.

Le dicen coronavirus y no importa mucho, es el último descendiente le las plagas de Egipto. Tú, ciudad, alguna vez culta, bien que has leído La peste, de Albert Camus, el inmenso argerlino. Allí las ratas salían de las alcantarillas y cargaban en sus inmundos hombros la muerte. Aquí es un microbio, una bacteria, que lleva a una muerte violenta, despiadada. Tan mal llevas tus cuentas que ni idea tienes de cuántos de tus hijos han sido contagiados, cuales han muerto, cuales transportan sin saberlo el flagelo.

Tan mal llevas tus cuentas y tu memoria que ni puedes aprender de los pasados embates del cólera, de la muerte negra, de las hambrunas, el sarampión y la viruela, las inundaciones y los temblores, las explosiones, de la gripa española, del mosquito artero. Ahora, del Parque de la Solidaridad al Metropolitano, del Cerro de Cuatro a la Barranca de Oblatos, Guadalajara, yaces inerme esperando a los lobos de la infección.

Tres millones de árboles deberán ser tu manto de resistencia y belleza, de renovación total. Si es que tú, tus gentes, tus autoridades tienen todavía arrestos. EXTRA se llama una cofradía que planta por todos lados de tu cuerpo, Guadalajara, árboles.

Esto cambiaría tu cara, nos daría belleza –tan indispensable como el aire- paz y sosiego.

Un millón de bicicletas. Normales y eléctricas a precios accesibles. Convertir a tus habitantes en más saludables, menos gordos, más alertas para conocerte y quererte. Baja del treinta por ciento en contaminaciones y atascos (como dicen tus fundadores, los cuarenta y dos bravíos españoles capitaneados por la bellísima Beatriz Hernández).

Ciento cincuenta o doscientos nuevos jardines te hacen falta, Guadalajara: o más bien mil: grandes y chicos. En lotes baldíos, en estacionamientos, en barrios pobres, medianos y ricos; en escuelas y edificios de gobierno, en las azoteas, en todos lados. Vas tarde Guadalajara, el chapopote y la aridez te ahogan. Debes salvar a tus hijos de las epidemias, debes asegurarles el sano espacio, la sana vida.

Así es, ciudad querida, alguna vez de las rosas (y hay que plantar miles de rosales), alguna vez ciudad amable (y debes volver a ser amada con toda pasión). Si tienes agallas Guadalajara, si todavía tienes arrestos, redaños, güevos pues, como dice la banda.

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