Viernes, 29 de Marzo 2024
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Espíritus fragmentados

Por: Gabriela Aguilar

Espíritus fragmentados

Espíritus fragmentados

“Shhh… es un secreto”. El silencio que se oculta tras el abuso sexual a un niñ@ detona un sinnúmero de consecuencias que repercuten en su conducta presente y si no se da un acompañamiento adecuado y oportuno incluso en su futuro.

De acuerdo a la investigación “Es un secreto. La explotación infantil en escuelas”, realizada por la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia A. C., un organismo que litiga a favor de las víctimas y en el que participaron periodistas y activistas, revela información espeluznante.

Cientos de niños y niñas en México, que se suman a otros tantos miles en el mundo, de entre tres y siete años de edad, viven una realidad impensable: abuso y explotación sexual en centros de educación preescolar, núcleos que los padres consideran de formación y protección infantil, pero que en la última década han reportado casos en los que hasta 10 personas han resultado responsables al interior de un mismo plantel.

Duele leer los resultados que exploran casos en varios estados del país, incluido Jalisco en 2018, y que evidencian no sólo el abuso en los planteles por el personal docente o de servicio, también denuncian la sustracción de los menores para ser llevados a casas particulares donde son narcotizados, agredidos, videograbados o fotografiados en circunstancias humillantes y obligados a guardar silencio con amenazas de más agresiones hacia ellos o a sus padres.

Para quienes fuimos niñ@s décadas atrás, crecimos con mensajes en la televisión abierta que lo mismo invitaban a controlar la agresividad de un adulto “Contando hasta 10”, muy al estilo de las recomendaciones del Presidente López Obrador para frenar la violencia en casa durante el confinamiento, pero también con cápsulas que pedían “Contar a quien más confianza le tengas”, alarma incluida, cuando un adulto incurría en alguna insinuación fuera de lugar. Pero, ¿un niño puede identificar una posible agresión si no tiene la información correcta o si el adulto de confianza es el agresor? ¿Cómo podría un niño de tres o cinco años de edad defenderse de ella?

Los efectos hablan por sí solos. Puede haber un silencio implícito, pero la conducta no puede ignorarse. Pesadillas, dolor físico, lastimaduras evidentes, trastorno alimenticio, pérdida del control de esfínteres, miedo a ir a la escuela o incluso la agresión hacia otros niños son un efecto probable, cuando no se llega incluso al intento de suicidio a temprana edad. Para muestra el Caso Paola Albarracín contra Ecuador, una sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos que llegó tarde, apenas el año pasado, pues Paola, víctima de abuso por un maestro en entre 2001 y 2002, se quitó la vida antes de ver justicia y su agresor sigue prófugo.

¿Qué queda para las víctimas? Lamentablemente, de acuerdo con la investigación realizada, en el mejor de los casos el acompañamiento psicológico que proporcionan las instituciones y la sentencia de los agresores cuando la investigación sigue el rumbo correcto, pero queda pendiente la garantía de la no repetición o la indemnización correspondiente, deudas de los organismos de Estado en delitos como tortura, desaparición forzada u homicidio a manos de servidores públicos.

Tras el telón del abuso y la búsqueda de justicia, se esconde otra realidad tan terrible como la primera: las redes de pornografía infantil. Sólo en México, el año pasado, el Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Explotados (NCMEC, por sus siglas en inglés) recibió 793 mil 721 informes de sospecha de explotación sexual.

¿Cuántos niños, niñas y adolescentes han desaparecido y sus carpetas no vinculan las búsquedas en los archivos de pornografía infantil existente por no realizar una investigación integral? ¿Cuántos niños y adolescentes con acceso a dispositivos digitales han sido coercionados para el envío de imágenes íntimas que terminan en archivos de pornografía?

Estamos en el umbral de la vuelta a clases en los planteles luego de año y medio fuera de ellos, ahora con una realidad distinta; confiemos que con una nueva consciencia para que los números muestren un alto en el índice de agresiones.

puntociego@mail.com

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