No es solo el Baby´O y el terrible video de la tortura y asesinato de miembros de una banda enemiga, también el control de venta de bienes de consumo, como cerveza o refresco. Los signos de pérdida de control del Estado son alarmantes; Guerrero está incendiado. Una parte tiene que ver sin duda con el cambio de gobierno: la llegada de un nuevo partido al poder suele ser el momento ideal para los reacomodos de bandas criminales o para el despliegue de fuerza de quien tiene el control. El triunfo de Evelyn Salgado (Morena) representa un recambio en los grupos de poder en Guerrero, un estado que se caracteriza por el arraigo de sus cacicazgos y las familias de poder.Hay una segunda lectura que no podemos obviar y es el fracaso de la política federal de seguridad que implica la concentración de decisiones y recursos sólo en la Guardia Nacional. La presencia “disuasiva” de esta fuerza no parece ya asustar a nadie. Pero hay una tercera mucho más preocupante: los grupos criminales lejos de aminorar su actividad la han incrementado y por más que las autoridades federales y estatales revuelquen las cifras de seguridad para decir que vamos bien la pérdida de territorios es un fenómeno que sigue al alza, no solo en el campo sino en las ciudades.Así como hablamos de mercado negro para definir las prácticas de oferta de bienes por encima de las regulaciones o cuando son otros y no los organismos del Estado quienes ponen las reglas de la oferta, podemos también hablar de un Estado negro cuando las condiciones de convivencia de una sociedad las ponen grupos criminales, cuando alguien distinto a los poderes constituidos limita el libre tránsito, como sucede en Tierra Caliente, Michoacán; definen quién puede o no se candidato, como en Jilotlán, Jalisco; ganan elecciones con la fuerza, como en Sinaloa; imponen cuotas (impuestos) a negocios o particulares, controlan las cárceles y controlan las policías; deciden, a fin de cuentas, quién vive y quién muere.Cuando estas cosas suceden el problema ya no es solo de seguridad pública, sino que hablamos de un problema de seguridad del Estado, de seguridad nacional y por lo tanto requiere otro tipo de respuestas, políticas de Estado. No se trata de incrementar la capacidad de fuego o acción de las fuerzas policiales, o no solamente, sino que la respuesta al crimen organizado, al Estado negro, sea contundente y clara no solo desde el gobierno federal y el poder ejecutivo sino desde todas las instituciones del Estado mexicano.Cuando perdemos la seguridad el gobierno (municipal, estatal, federal) es quien nos está fallando; cuando perdemos el gobierno, cuando alguien más decide por él, es el Estado el que está fallando. Podemos también hablar de un Estado negro cuando las condiciones de convivencia de una sociedad las ponen grupos criminales