Jueves, 28 de Marzo 2024

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En el eterno retorno

Por: María Belén Sánchez

En el eterno retorno

En el eterno retorno

Como cada semana abrimos un espacio para la reflexión y hoy, precisamente, en que estamos ya a punto de iniciar el fabuloso mes de diciembre, en el cual hay tanta actividad, tanta fiesta y tanto bullicio, es bueno reflexionar en ese cíclico renovar de los tiempos, que aun siendo iguales, siempre nos traen algo nuevo.

Cada año se repiten los acontecimientos, y vivimos intensamente los mismos eventos del pasado, pero cada uno con un matiz diferente y con actitudes distintas.

Y así se suceden periódicamente los cumpleaños, las fiestas tradicionales y desde luego las “Navidades” que aun siendo iguales, tienen un sabor diferente.

Las preparamos con bastante anticipación, poniendo adornos, luces de colores y preparando de antemano las posadas, o las reuniones familiares, la cena y los regalos...

Pero sobre todo vamos renovando la ilusión de aquello que nace en el corazón de cada uno, porque toda Navidad es un
eterno nacer en el cíclico rotar de los tiempos.

Por eso Jesús quiso nacer entre los seres humanos como uno de ellos, porque quiso participar de nuestras ilusiones, de nuestras alegrías y esperanzas, pero también de todos nuestros sinsabores, desconsuelos, enfermedades y
sufrimientos.

El mes de diciembre no es el único que va a repetirse en nuestros calendarios y en nuestras vivencias.

Por un programa que nos define, estamos llamados a volver y a regresar por los mismos caminos, aunque en cada ocasión
sean, o nos parezcan, definitivamente nuevos.

Volvemos una y otra vez a transitar los mismos senderos como en un eterno retorno, de la misma manera que vemos los amaneceres, las estaciones, las primaveras, las lluvias y los días invernales con su frescor de nieve.

Todo esto no es accidental ni nos es indiferente, es la programación natural del universo creado por Dios con un fin preciso: es la invitación a renovarnos siempre, una vez y otra vez, a crecer, a desarrollarnos y a ser mejores cada vez, cada
etapa y cada año.

Es como una espiral que nos eleva y nos hace ascender cada vez a una nueva etapa en la que Dios nos quiere mostrar unpoco más de su designio divino donde el amor y la vida se conjugan para llevarnos a ese punto en donde podemos tener acceso al infinito.

Pero ciertamente es necesario tener presente en la mente y en el corazón cuál es el eje de lo que se celebra en estas fechas. La preparación que desde el corazón debe surgir como actitud de vida, porque si nos quedamos anclados en la superficie o en las banalidades, nunca llegaremos a recibir el don que el Señor Jesús nos quiere dar en ese significativo eterno nacer entre nosotros como Dios y como hombre, para enseñarnos el verdadero camino que llega hasta la cumbre y nos abre la puerta al infinito.

Él es el eterno ejemplo de un nuevo nacer a lo nuevo, a lo mejor y a lo auténticamente santo.

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