Viernes, 29 de Marzo 2024
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El pecado original de los diputados de Jalisco

Por: Jonathan Lomelí

El pecado original de los diputados de Jalisco

El pecado original de los diputados de Jalisco

Que los diputados del Congreso de Jalisco “analicen” aumentarse el salario mensual de 109 mil a 116 mil pesos es pecado, como diría la Señora Católica en redes. Pero que todavía lo ventilen y defiendan en público con maromas verbales y eufemismos, eso debería tipificarse como un atentado al pudor. 

Uno de sus argumentos es que acumulan una larga década sin un aumento salarial, aseveración que ignora el hecho de que menos del 1% de los mexicanos tendrá en toda su vida un sueldo como el que actualmente ostentan. 

También pasan por alto, con una bestial falta de empatía, la realidad inflacionaria que enfrentan millones de mexicanos con alzas en los combustibles, el gas, la luz, los alimentos y los servicios. 

Tramposamente aseguran que ellos no decidirán el asunto sino el Comité Técnico de Transparencia y Valoración Salarial, un órgano adscrito a la Secretaría General de Gobierno del Estado. 

Este órgano lo integran representantes del gobierno que tienen voz pero sin voto: el gobernador, el presidente del STJE, dos diputados, los titulares del IEPC Jalisco, el ITEI y la CEDHJ. Los miembros con voz y voto son un académico de la Univa, la UAG, el Iteso y la UP, más “tres representantes de grupos sociales invitados por el gobernador”. 

Cualquiera pensaría que un Comité conformado de esta manera rechazaría ipso facto una propuesta de aumento salarial, pero quizá los diputados tienen “otros datos”. Una mala señal es la postura condescendiente del gobernador al dejar la decisión en manos de los legisladores. 

Con este debate falso, los congresistas locales sólo confirman por qué en las encuestas del INEGI se ubican entre los funcionarios que menos confianza inspiran a los ciudadanos. 

Ante la evolución y apertura de las instituciones democráticas del país en los últimos años (poca o mucha), parece que el tiempo se detuvo en los congresos. Hoy por hoy, los legisladores junto con el Poder Judicial encarnan lo peor del sistema político. Su desprestigio y derroches han llegado tan hondo que se volvieron a prueba de escándalos. 

Resulta sintomático que la clase política más desprestigiada sea, justamente, la encargada de hacer las leyes en un país con severos problemas de legalidad y estado de derecho. Parecería que eso les da, históricamente, una especie de patente de corso para salir impunes de cualquier exceso. 

Finalmente, las peores legislaturas son aquellas que se subordinan al Poder Ejecutivo y carecen de contrapesos internos. En la actual Legislatura no existe una oposición real: naranjas, albiazules y morenos son uno mismo al servicio de Palacio de Gobierno. 

Que los diputados tan sólo piensen en aumentarse el salario se convierte en una especie de pecado original en estos tiempos de austeridad obligada.
 

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