Martes, 23 de Abril 2024

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Educar e instruir

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Educar e instruir

Educar e instruir

El desarrollo de una sociedad se finca en la educación y se mide por los niveles de bienestar de sus habitantes.

Dos precisiones: frecuentemente se confunde el sentido de las palabras Educación e Instrucción.

La Educación es el proceso a través del que se transmiten, de generación en generación, los valores que dan sentido a la vida individual y colectiva creando las condiciones para la armoniosa convivencia de sus miembros y el cumplimiento de objetivos que solo se pueden alcanzar en comunidad. Los valores (reglas de comportamiento moral) se aprenden en el seno familiar. “La educación se mama”, reza el viejo proverbio.

Es, pues, la familia, el primer escalón de este dilatado camino que continúa en las etapas escolarizadas a cargo de los maestros de educación básica: preescolar, primaria y secundaria; luego, en la educación media superior: preparatoria. Después continúa en la profesional o universitaria y a partir de algunos lustros, el posgrado, periodo lineal en el que se desarrollan las aptitudes, capacidades, destrezas y habilidades de los seres humanos para -en un marco ético- su adecuado desempeño en la vida. La correcta denominación de este largo proceso es Instrucción.

Ahora bien, a partir de los años noventa se incorpora un agente con enormes consecuencias en los procesos de enseñanza-aprendizaje: el Internet, agregándose nuevos conceptos al escenario formativo; educación a distancia, neotecnología, educación virtual, plataformas y aplicaciones, etc. Se modifican, obligadamente, los contenidos de planes y programas y las formas de enseñar y de aprender a partir de un hecho: desde el principio del milenio se universalizó el conocimiento y se dispersó, a través de esos pequeños adminículos llamados celulares, la información existente sobre todos los temas en tiempo real e inmediato creando incluso nuevas formas y expresiones de lenguaje y pensamiento.

El Internet ha impactado profundamente los patrones de pensamiento y conducta establecidos a través de las instituciones públicas y privadas, colocando en el centro del debate temas tabúes como: el abuso del poder, la religiosidad, el género y la sexualidad.

El educando de hoy debe prepararse para un nivel de muy alta competencia en cualquier lugar del mundo.

Vale una reflexión. Se nos ha vendido la idea de que todos debemos ir a la Universidad, de que todos tenemos derecho a una educación superior de calidad, porque “todos somos iguales”.

Dando por descontado que la educación, por principio, debe ser de calidad, se está aceptando como verdadero un falso paradigma porque nuestra esencia es la individualidad. Cada uno es diferente y en esa variedad radica nuestra riqueza como humanidad. Tan somos distintos que nos identificamos con diferente nombre, tenemos un comportamiento acorde con nuestra herencia genética (ADN), nos mueven distintos estímulos, deseos, aspiraciones, idiosincrasia, vaya, hasta nuestros humores son diferentes.

La profesionalización de las actividades no implica necesariamente que todos tengan una formación universitaria. La Educación debe mantener vigentes los valores morales y la Instrucción debe proveer los instrumentos a cada persona para que desarrolle el potencial que individualmente posee, de tal suerte que no acabemos con que un buen músico en potencia toque, como médico, un mal son.
 

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