Sábado, 17 de Mayo 2025

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Dulce María Zúñiga: inteligencia creativa, vida y humanismo

Por: Alonso Solís

Dulce María Zúñiga: inteligencia creativa, vida y humanismo

Dulce María Zúñiga: inteligencia creativa, vida y humanismo

Quien cultiva las humanidades adquiere una sensibilidad especial para el lenguaje y una distintiva pasión moral. Así lo demostró Dulce María Zúñiga Chávez en su discurso de toma de protesta como rectora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Universidad de Guadalajara, para el periodo 2025-2028. Escrito con naturalidad, delicadeza y sencillez humanista, su discurso rebasó los límites de lo institucional para cobrar vitalidad y fuerza crítica.

Solemos olvidar que el fundamento de los proyectos fascistas y totalitarios es la muerte —“¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”, es el secreto lema de toda tentativa autoritaria— y que la democracia y la cultura de la libertad se afincan en la afirmación de la vida y la fe en el intelecto crítico de los individuos. El discurso de la doctora Zúñiga fue una defensa no sólo del valor de la vida (núcleo fundamental de la tradición liberal) sino del ideal democrático de la “inteligencia creativa” (uno de los conceptos predilectos de John Dewey) como la mejor herramienta para enfrentar nuestros desafíos colectivos y personales.

Sin embargo, la nueva rectora advirtió que “[n]o hay desarrollo académico posible sin bienestar emocional de los estudiantes.” Vivimos, tristemente, en la era de los padecimientos mentales: la ansiedad y la depresión corroen las almas de nuestros estudiantes; el suicidio adolescente y juvenil crece de forma inquietante. Por ello, la doctora Zúñiga pretende crear “espacios de escucha, servicios de apoyo psicológico y una cultura institucional que valore el descanso productivo, la contención y el acompañamiento”.

Se trata, me parece, de una relación bidireccional, pues el trabajo académico, además de conocimiento, produce bienestar emocional. Es decir, si contagiamos a nuestros estudiantes de una ética del trabajo intelectual para que se empeñen en el esfuerzo de leer, escribir, reflexionar, investigar —en una palabra, educarse—, disminuirán significativamente sus riesgos de contraer un trastorno psicológico y aprenderán a confiar más en sí mismos: en la agudeza de su inteligencia, en la fuerza de su voluntad.

Una tarea del humanista y el educador es formular articulaciones inteligentes entre lo viejo y lo nuevo: hacer síntesis armoniosas que permitan avanzar hacia el futuro, sin romper del todo con las tradiciones del pasado. Siguiendo esta lógica, el proyecto docente de la nueva administración del CUCSH consistirá en “una reforma curricular que articule nuestras tradiciones humanistas con lenguajes contemporáneos —como el pensamiento computacional, la estadística o la inteligencia artificial—.” La tecnología, la IA y los formatos audiovisuales no deben reemplazar el encuentro dialógico cara a cara, la primacía de la oralidad dialéctica, el método pedagógico socrático-mayéutico o el estudio vigoroso de los textos del pasado, sino coexistir creativamente con ellos.

“[E]l momento actual exige de nosotros algo distinto. Más que una escuálida capacidad técnica o una adaptación superficial a estas tendencias educativas, necesitamos generar una conciencia colectiva orgánica, algo que solo se construye con el trabajo diario y coordinado. Requerimos de una inteligencia crítica que no desdeñe las responsabilidades éticas”. Aquí yace el corazón del proyecto educativo de la nueva rectora: el desarrollo de una ciencia social y unos estudios humanísticos que, más que responder a los problemas de los académicos, respondan “a las necesidades reales de la sociedad contemporánea” y superen la estrechez del fervor acrítico por la concepción económica de la educación —una distorsión de la ideología de libre mercado— para recuperar el espíritu humanista, la mentalidad científico-experimental, el aprecio por la cultura y los valores de la democracia. 

Para lograr estas metas, urge un “cambio de narrativa”: renunciar al derrotismo, “la fragmentación, el desencanto” y, sobre todo, “dejar de vernos como víctimas del sistema para convertirnos en protagonistas de su transformación”. Estudiar una ciencia social debe ser un ejercicio de ampliación de la libertad humana, no de impotencia ni de “escepticismo paralizante”.

Felicidades a la doctora Dulce María, a la rectora general Karla Planter por el buen juicio que mostró al haberla designado y a toda la comunidad del CUCSH, la cual, “[f]rente al desconcierto generalizado que impera en el mundo”, ha sido convocada a “constru[ir] juntos una nueva historia (…) una historia de comunidad, innovación, dignidad y transformación.”

Termino con los versos del poeta griego Giorgos Seferis que, hacia el final de su alocución, pronunció la nueva rectora del CUCSH: “todas las cosas se encuentran en su sitio, conjuntadas, dispuestas a cantar.” Seamos las voces que contribuyan al dulce concierto que, promete Dulce María, “está por empezar”.

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