Sábado, 20 de Abril 2024

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Don Enrique Álvarez del Castillo

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Don Enrique Álvarez del Castillo

Don Enrique Álvarez del Castillo

Durante la época de la República vivió en Roma un personaje singular: Lucio Quincio Cincinato (519-439 a.C.). Catón el Viejo lo describe como arquetipo de las virtudes republicanas: austeridad, honradez, integridad, frugalidad y valentía, entre otras. Cincinato fue un extraordinario general sin más ambición que servir a su patria. Ni la codicia lo tentó, ni el poder estaba entre sus objetivos de vida. Retirado de la función pública, fue requerido por el Senado para enfrentar la invasión de ecuos y volscos. Investido de la toga dictatorial conjuró la amenaza y, salvada Roma, depuso el cargo para reintegrarse a sus labores en el campo.

Siempre me pareció que, si con alguien se identificaba Don Enrique, era con Cincinato.

Jalisco tuvo la enorme fortuna de que un día coincidieron sus caminos.

Don Enrique fue un hombre excepcionalmente talentoso, culto, políglota, directo, modesto, abierto de mente, conciliador, enérgico, generoso, jamás disputó honor ni negó reconocimiento a quien lo mereció. Siempre caminó viendo el horizonte.

Hombre de letras, presidió la Academia Iberoamericana de Derecho del Trabajo. Fue Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Procurador General de la República y Diputado Federal, entre múltiples cargos.

Gobernó a nuestro estado de 1983 a 1988.

Don Enrique fue un político en toda la extensión de la palabra.

Para la conducción de una sociedad, quienes gobiernan deben de reunir una serie de cualidades, aptitudes, conocimientos, compromisos y disposición que les permitan un correcto desempeño y den, al pueblo, la confianza de que los recursos públicos se aplicarán con honestidad, rectitud, pulcritud y transparencia.

Los gobernantes de excepción se rodean de los mejores. No tienen celo del prestigio y del brillo de quienes les acompañan. Sus colaboradores fueron, y sólo cito a los que se nos adelantaron, Don Gabriel Covarrubias, Don Arnulfo Villaseñor, Juan López, José Luis Leal, Juan Bañuelos, Santiago Camarena, Héctor Castañeda, Jorge Chavira, Guillermo Ramos, Javier Dueñas, Leobardo Larios, Martha González, Manuel Gómez Garza, Roberto Larios Valencia, Miguel Castellanos, Francisco Ayón Zester y Félix Flores.

Hombre de instituciones, guardó una estrecha relación con el Sr. Arzobispo Don José Salazar López.

A él se debió la renovación de las torres de nuestra catedral y del Seminario Mayor.

Universitario comprometido, apoyó incondicionalmente a la Universidad de Guadalajara. Después de treinta años de iniciado por Don Agustín Yáñez, concluyó el Hospital Escuela, construyó el Nuevo Hospital Civil y el Hospital Dermatológico.

Fue el más entusiasta mecenas de la Primera Feria Internacional del Libro de Guadalajara FIL.

A su relación con el Presidente De la Madrid se debe la construcción de la supercarretera entre el puerto de Manzanillo y Guadalajara.

La Expo Guadalajara y el Zoológico Guadalajara están entre sus aciertos.

Don Enrique no fue un gobernante carismático. Fue un funcionario austero al que le interesaban muy poco las encuestas. Sabía qué hacer y cumplió a cabalidad con la responsabilidad que aceptó y desempeñó leal, honesta y eficientemente.

Con admiración y respeto a Doña Virgina Baeza de Álvarez del Castillo.

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