Ya no hay masacres. Las palabras del Presidente resuenan huecas en las paredes de Palacio en un eco interminable, como los mil tiros; sí: mil tiros con los que masacraron a Hipólito Mora, líder de las autodefensas de La Ruana, Michoacán, porque, justifica el Gobierno, tenía muchos enemigos. O a los seis acribillados en una banqueta de Monterrey, que, dice el Gobierno, quién sabe de qué banda eran, pues tenían todos el mismo tatuaje. O los masacrados por miembros de la Guardia Nacional en Nuevo Laredo, por portación de auto sospechoso. O los asesinados a mansalva, atados de manos, boca abajo, por el Ejército en Ciudad Juárez. O los tiroteados en un bar en Irapuato, Guanajuato, o en una carretera en Colotlán, Jalisco, o en Zacatecas, Chiapas, Guerrero, etcétera.Los restos humanos esparcidos y colgados en una bolsa en un puente en Toluca el día de ayer es una vuelta de turca más al escenario del terror. De acuerdo con los mensajes dejados en los últimos días se trata de una limpia que un grupo, presuntamente La Familia Michoacana en su nueva versión, estaría aplicando en esa región del Estado de México. Regresamos a los peores tiempos del Gobierno de Felipe Calderón.El Gobierno federal y los gobiernos estatales -da igual si se trata de Jalisco, Guanajuato, Estado de México, Tamaulipas o Chiapas- se limitan a decir que se trata de un enfrentamiento entre bandas criminales antagónicas, como si eso los eximiera de toda responsabilidad. Los gobiernos no son culpables de las masacres, salvo en los casos en que intervienen policías o Fuerzas Armadas, pero sí responsables de que esos grupos actúen en absoluta impunidad. Mientras López Obrador siga repitiendo que la estrategia de seguridad es la correcta y los gobernadores que nada es su responsabilidad, no vamos a salir del hoyo. Hay que poner, de nuevo, la seguridad pública y la pacificación del país en medio de las campañas que ya empezaron. Tener una gran Policía, como se pretende con la Guardia nacional, ayuda, pero está muy lejos de ser la solución. Comencemos por llamarle a las cosas por su nombre: en México hay masacres, hay territorios perdidos, hay una enorme debilidad institucional, hay carencias presupuestales muy serias (y de esos son responsables todos los diputados), hay complicidad de autoridades municipales, policías ministeriales, militares, jueces y magistrados. Las masacres que vos matáis gozan de cabal impunidad. Si el Presidente se niega a reconocer el problema, las hoy llamadas “corcholatas” y en un futuro próximo la candidata o candidato de Morena van a evadir el tema. Si la candidata o candidato de oposición no propone construir sobre lo construido, que es bastante, y se limita solo a señalar lo que está mal, que no es poco, no vamos a salir del hoyo.diego.petersen@informador.com.mx