Martes, 24 de Junio 2025

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Periodismo contra el olvido

Por: Diego Petersen

Periodismo contra el olvido

Periodismo contra el olvido

El poder apuesta al olvido. La memoria le estorba, porque la memoria no solo recuerda, también cuestiona, revisa, duda y regresa al punto; nos permite ver lo que no vimos, cuestionar lo que no cuestionamos. Ni el Gobierno de Claudia Sheinbaum ni el de Pablo Lemus quieren que se siga hablando de Teuchitlán. Apostaron por una narrativa acotada y conveniente: “Sí era un centro de entrenamiento, pero no de exterminio. Ahí no había hornos”. El gobernador Lemus se atrevió incluso a insinuar que los restos encontrados eran huesos de pollo, y el fiscal Gertz Manero ha hecho con este caso lo que mejor sabe hacer: nada. Apostaron a dejar la responsabilidad en los de abajo y solo en los de abajo: un alcalde, los policías municipales, los sicarios encargados del rancho. Nadie ha tocado a los jefes del cártel que están detrás de estos campos de entrenamiento y exterminio, menos aún a los miembros de la Fiscalía del Estado de Jalisco que no resguardaron el predio (por órdenes de vaya usted a saber quién) o investigado las inconsistencias en la información de la Guardia Nacional.

Para no olvidar, para que Teuchitlán siga en la memoria y el Estado no desaparezca a los desaparecidos, tres organizaciones periodísticas, Animal Político, A dónde van los desaparecidos, de Quinto Elemento Lab, Zona Docs y la organización civil Tejer Red, lanzaron un proyecto colaborativo para documentar la ruta de desaparición en esta zona de Jalisco. A partir de la base de datos de las prendas, creada con la información sistematizada por la Fiscalía de Jalisco, el programador Ángel Abundis armó la plataforma “Las prendas hablan”, en la que están referenciadas en una base de datos todas las ropas, zapatos y accesorios encontrados en el rancho Izaguirre. La petición es que los familiares que reconozcan algunas prendas respondan un formulario —denominado “Las prendas hablan”— que permita recrear, cuidando los datos y la identidad de los informantes, las historias de los desaparecidos, de manera que se puedan establecer pautas, rutas, mapas y correlaciones de las historias del rancho Izaguirre.

Para los Gobiernos, el campo de entrenamiento y exterminio de Teuchitlán es, o al menos así quisieran verlo, un evento aislado que les urge olvidar. En realidad, es la punta de un iceberg, la cabeza visible de una hidra que abarca una gran parte del territorio jalisciense. Sacar a Teuchitlán del mapa mediático no soluciona el problema del reclutamiento forzado y la desaparición de personas; por el contrario, quien más se beneficia ocultando el problema, más aún que los Gobiernos, es el propio crimen organizado. Aunque sea por razones distintas, el Estado y el crimen tienen en la invisibilización de la desaparición un interés común.

Por eso, cuando el periodismo y la sociedad unen esfuerzos para desenterrar la memoria y dar voz a las víctimas, es motivo para celebrar.

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