En la Mañanera del día de ayer el Presidente se enfrascó en una absurda discusión con un reportero en la que sostuvo que él tenía otro punto de vista sobre lo que había sucedido en Chiapas: para él todo lo que se publica en medios que no están bajo su control es una exageración de sus adversarios los conservadores. Lo niego todo, incluso la verdad, reza la canción de Joaquín Sabina y a López Obrador parece haberle caído como añillo al dedo.El desfile triunfal de un grupo del crimen organizado entre San Gregorio Chamic y Frontera Comalapa, en Chiapas, fue sin duda una acción propagandística del cártel y muy probablemente los aplaudidores estaban ahí porque les pagaron o los amenazaron. Eso es lo de menos, la pregunta es cómo llegaron hasta allá los sicarios, pues es evidente que las camionetas blindadas y artilladas no fueron fabricadas en el pueblo vecino, sino que atravesaron el territorio nacional en absoluta y feliz impunidad. El Ejército, la Guardia Nacional, al menos diez policías estatales y cerca de cien corporaciones de Policía municipal los vieron pasar de un municipio a otro, de un Estado a otro, de una zona militar a otra, sin que nadie chistara. Para el Presidente, una manifestación como esta no es grave. Es un acto propagandístico que en nada modifica el estado actual de la seguridad. Y tiene razón, aunque no por las razones que él esgrime. El problema no es la impunidad como la que se manifestó con el desfile de este grupo, sino la impunidad generalizada en la que vivimos. La marcha triunfal es sólo el síntoma de una enfermedad mucho más profunda que se llama control territorial y pérdida de territorios por parte del Estado mexicano. Lo que muestra y demuestra este video terrible es que los programas de apoyo gubernamental no bastan para quitarle la base social al crimen organizado. Combatir la pobreza es un imperativo ético, es una necesidad económica y social, o cualquier otra cosa que se quiera, todo menos una política de seguridad. La paz es mucho más que la ausencia de guerra; es una construcción social que permite la convivencia en igualdad ante la ley. Dicho de otro modo, no basta con que las Fuerzas del Estado no disparen para construir la paz, es necesario que se construya un Estado de Derecho en el que no se necesario vitorear a ningún grupo de crimen organizado ni al arribo tardío y reactivo de las Fuerzas Armadas.La diferencia entre un estadista y un politiquero, para usar las palabras del propio Presidente, es que el primero busca generar políticas para que las cosas estén mejor y el segundo sólo busca convencernos de que las cosas están mejor. Negar todo, incluso la verdad, es un acto de propaganda tan descarado y reprobable como el de los grupos de crimen organizado.diego.petersen@informador.com.mx