Martes, 23 de Abril 2024

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Díaz Morales: la medida de una pérdida

Por: Juan Palomar

Díaz Morales: la medida de una pérdida

Díaz Morales: la medida de una pérdida

El otro día un solitario arquitecto se dio una vuelta por una de las composiciones cumbres del arquitecto Ignacio Díaz Morales: el Seminario Menor. Está por Lázaro Cárdenas, más o menos enfrente de los Cubos. Es una obra maestra. Muy pocos edificios contemporáneos en México tienen el tranquilo poderío, la generosa vastedad, la impecable sencillez de este recinto religioso.

El proyecto está gobernado por un eje longitudinal al que remata una capilla que tiene que ver con el Panteón de Agripa, con Adolf Loos y con la Escuela Tapatía de Arquitectura. Unos sombreados corredores de arcos magistrales rodean al conjunto. Volúmenes rectilíneos blancos, corbusianos. Esplende por todos lados la proporción áurea. Los seminaristas cuidan, hasta donde pueden, su casa.

El arquitecto solitario caminó por el prado de la rosaleda, se asomó precavido a la capilla, siguió caminando hacia el sur. Cuando se volteó en redondo no podía creer lo que veía: había una torre espantosa y chillona, como de 20 pisos, como de Caléxico región cuatro, metida en el seminario. Echando para mucho tiempo a perder la serenidad y la simetría del recinto, arruinando la privacidad y la devoción de los seminaristas, de los que como él van a veces allí a dar la vuelta y hacer ondas. Rato después se dio cuenta de que la torre estaba realmente en el terreno del otro lado de Lázaro Cárdenas, un predio que debió haber sido comprado por el Gobierno del Estado cuando se hizo el nodo de los Cubos, entre otras cosas para resolverlo bien y no como quedó. Y las culpas se pagan.

Cada arquitectura debe ser dueña de su cielo. Sin él está mutilada, incompleta. Más en este caso y más también aún en el de la azotea de la casa de Tacubaya de Luis Barragán. Este patrimonio mundial por la UNESCO fue mutilado gravísimamente gracias al infame Bando 2 de López Obrador, quien se puso clientelarmente a regalar alturas inadecuadas en México. Como consecuencia, un edificio asqueroso se asoma desde entonces y ultraja uno de los espacios más sublimes del siglo XX: la terraza del cielo purísimo de la morada de Barragán.

Si ni en esta situación fue posible hacer algo, menos en el caso del Seminario de Díaz Morales que no está, evidentemente, protegido por nadie. Díaz Morales está desapareciendo aceleradamente. Una por una sus obras son demolidas o desfiguradas sin que nadie diga o haga nada. El vulgo ignorante lo apoda “el máximo destructor de Guadalajara”. Sus Teorías de la Arquitectura y de la Composición Arquitectónica están perdidas, nunca han sido publicadas con el rigor intelectual que merecen y un vigoroso aparato crítico ad hoc. Nunca han sido, vamos, publicadas ni en copias de mimeógrafo. Su archivo, comprado por el ITESO, sigue empolvándose desordenado y no se puede consultar y utilizar por sus principales dueños, los alumnos. Se ignora el fin de su biblioteca, también comprada por el ITESO. Vaya, qué buenas cuentas se pueden dar del tan egregio arquitecto. Discursos, y un poco más, si hay suerte.

Guadalajara no puede seguir irresponsable y estúpidamente perdiendo a Ignacio Díaz Morales. A un gran hombre que nos pertenece, por justicia y honor, a todos los tapatíos.

La fotografía es de Carlos Palomar Verea, arquitecto.

jpalomar@informador.com.mx
 

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