Viernes, 19 de Abril 2024

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Corruptos de Arriba… Corruptos de Abajo

Por: Pablo Latapí

Corruptos de Arriba… Corruptos de Abajo

Corruptos de Arriba… Corruptos de Abajo

Prácticamente ausente en las precampañas el tema del combate a la corrupción. Ningún precandidato por disruptivo que quisiera ser pudo hilvanar un discurso sobre cómo enfrentar al verdadero “coco” de los mexicanos que es la corrupción, y por supuesto su amasia a la impunidad.

Por ahí Ricardo Anaya insistiría en sacar al PRI de Los Pinos, pero más como una afrenta personal contra quien en algún momento también sacó al PAN de la presidencia, pero hasta ahí.

Y es que la corrupción es el estilo de la clase política mexicana. Sin distingo de partido.

Y es un gran negocio porque fomenta la impunidad (no se castiga a los corruptos), aunque con ello también se promueva “impunidad pareja”, lo que significa que tampoco se castiguen la infinidad de delitos que se cometen en nuestro país.

La corrupción tiene un impacto vertical en los servidores públicos.

Hay los corruptos de arriba, y los corruptos de abajo. Pero al final todos son corruptos.

Los de arriba por supuesto son los que están en el poder: en este caso el Gobierno federal, los gobiernos estatales y los congresos que participan en casos multimillonarios de desvíos y comisiones en casos como La Casa Blanca, Odebrecht, la Gran Estafa, los Trenes Relámpago, por mencionar algunos, pero a los que se suman los “moches” de los diputados, y la reserva de información de los grandes proyectos urbanos.

Son funcionarios de primer nivel que se encargan de acomodar proyectos y gastos de tal forma que en el camino quede en sus cuentas personales, y en las de sus afines, una buena rodaja del pastel.

Son los privilegiados.

Los de abajo son los corruptos de ventanilla, el funcionario a veces muy menor, que encuentra la forma de sacar un dinerito a partir de trámites que serían tan elementales como obtener una licencia de conducir o una verificación vehicular. Pero aquí están todos los que cobran una comisión por licencias de uso del suelo, de construcción, trámites funerarios, atención en ventanillas hospitalarias, y un sinfín de pretextos para hacer que el ciudadano común tenga que desembolsar extra para conseguir algo.

No se castiga a los de arriba, tampoco se castiga a los de abajo.

Es una complicidad tácita.

La filosofía es: si el de arriba roba, porqué yo no.

Entonces todo aquel que está cerca de la función pública tiene la gran oportunidad de hacerse de recursos públicos.

Y aplica a todos los partidos políticos, en mayor o menor medida, por lo que difícilmente les interesará combatirla. El famoso capital de votos de un partido tiene mucho que ver con el negocio que deja para sus militantes.

Afortunadamente existen las redes sociales, y medios de comunicación cada vez más abiertos, en los que por lo menos exhiben a los corruptos; siguen libres, es cierto, pero viviendo con la mancha de haber sido señalados.

De ahí la importancia de no parar en ese exhibir la corrupción, claro, mientras llega el Sistema Anticorrupción, que parece tardará todavía algún tiempo.
 

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