Martes, 23 de Abril 2024

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Construyamos un buen año

Por: Armando González Escoto

Construyamos un buen año

Construyamos un buen año

Concluye un año más en la historia de México, el último año de un sexenio donde los claros no pudieron abatir los oscuros, pues fueron tremendamente densos.

Un año de posibles frustraciones para quienes gobernaron Jalisco, pues a final de cuentas no pudieron tener éxito casi en nada de lo que emprendieron.

Un año en que la violencia se recrudeció como nunca antes desde que inició, ensombreciendo permanentemente a miles de familias, que han debido vivir esta amarga experiencia sin mayores esperanzas.

No obstante la sociedad sobrevive, sigue trabajando, esforzándose por salir adelante, buscando y viviendo la felicidad los momentos que puede, con zozobra, pero sin desalentarse, mientras sus exgobernantes ya disfrutan de vacaciones pagadas de por vida dentro o fuera del país, según sus “ahorros”.

Comenzó un nuevo sexenio bajo la carga onerosa de las muchas expectativas, de las muchas promesas, del sinfín de opinadores dispuestos todo el tiempo a sembrar dudas, sospechas, descrédito por un lado, mientras que no pocos de los nuevos funcionarios han dado ocasión más que sobrada para alimentar esta negatividad frente a lo distinto.

Nuestra estrechez mental nos impide escarmentar. Ya los profetas de las catástrofes que ocurrirían apenas ganara el que ganó, se vieron fracasados en sus predicciones, pero ni aun así dejamos de temer los nuevos e inagotables augurios ¿Cuándo comenzaremos todos a construir realmente el país que necesitamos?

Lo que más lastima a la sociedad es que los causantes de sus mayores males, sean los primeros en acusar al nuevo gobierno federal, que no habría llegado al poder si ellos por una vez hubieran hecho las cosas bien.

Terminó el año con la célebre promesa ritual de inicio de sexenio: “Y si así no lo hiciere, que la nación me lo demande”. Hermosa frase cuanto inútil e inoperante, ya que la nación acaba siendo un ente ficticio, mientras que la gente de verdad no tiene ni ha tenido jamás un camino verdaderamente efectivo para “demandar” a sus gobernantes cuando no han cumplido con sus obligaciones. ¿No sería ya el momento de restablecer el “juicio de residencia” para todo alto funcionario?

Construir la nación implica construir la ciudadanía, crear las estructuras esenciales para que la gente pueda realmente tener poder para demandar, para lograr y no sólo para manifestarse.

Construir la nación significa desterrar de nuestro estilo de vida la corrupción, esa práctica común a la que todos nos hemos acostumbrado hasta en las cosas más simples y cotidianas.

Esta construcción significa hacer bien las cosas que hacemos, y no al “ay se va”, típico lo mismo de los artesanos, que de los obreros, los profesores o los burócratas, los policías o los gobernantes, los empleados o sus jefes.

Requerimos de nuevas estructuras que reconstruyan el tejido social que tanto han averiado políticas sociales, culturales y educativas desastrosas. Esto no podrá lograrse sin una recuperación de los valores fundamentales que en los antiguos códigos de ética se expresaron en frases lapidarias tales como no robar, no mentir, no matar, no defraudar, mismas que en México se han tomado últimamente al revés.

armando.gon@univa.mx

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