Jueves, 25 de Abril 2024

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¡Compañeros, nos toca desaprender!

Por: Alberto Galarza

¡Compañeros, nos toca desaprender!

¡Compañeros, nos toca desaprender!

No ha sido fácil escribir este texto. Partir desde mi posición de hombre, privilegiado y que participa en política, siempre resultará complejo el opinar sobre la participación política de las mujeres. Nadie nos pide nuestra opinión (mucho menos ellas) y tampoco nos toca emitir una. Lo que si nos toca es hacer nuestro trabajo, desaprender lo que el machismo nos atraviesa y que predetermina nuestras acciones en la vida cotidiana. Esas réplicas que continúan cimbrando en cada rincón de los espacios públicos.

Escribo esto con la responsabilidad que conlleva el desaprender. Con respeto a todas mis colegas mujeres que luchan todos los días por sus derechos. Que trabajan en ocupar todos y cada uno de los espacios de la vida pública que les corresponden por derecho.

A mis colegas hombres, quiero decirles que tenemos una responsabilidad. Tenemos mucho que hacer para trabajar en entornos políticos más seguros y menos violentos.

Menos misóginos. Nos toca desaprender. Esa sí es una labor que nos toca a nosotros como hombres en la política. Como generadores o replicadores de una serie de prácticas machistas que han hecho que todos los espacios de la vida, pública y privada, sean hostiles para la mayoría de mujeres y niñas en este país.

En un estado donde tradicionalmente ha existido una disparidad no solo representativa en términos de género, es momento de revisar también la sustantiva y la incidencia de su participación al interior de los espacios políticos. Formados bajo la lógica de la camaradería entre hombres (el “Club de Toby”), entre los tapatíos de mi generación y de todas las anteriores, existen aún resistencias y violencias de muchos hacia las compañeras. Existen hombres que se resisten a trabajar con ellas, que las excluyen de los círculos donde se toman las decisiones o se generan los acuerdos. O incluso, algunos se atreven a cuestionar todas aquellas acciones afirmativas encaminadas a garantizar la paridad, considerando un “privilegio” y no un derecho de las mujeres el ejercer sus derechos político- electorales en condiciones de equidad y libres de violencias.

Crecimos con una división sexual del trabajo donde la vida pública eran espacios solo de interés para “los hombres”. Que la vida política era cosa de hombres y las mujeres debían hacerse cargo de la vida familiar. Suena lejano pero puedo asegurar que estos pensamientos aún persisten entre algunos hombres en la política. Si bien México es un país con una tradición por impulsar acciones afirmativas desde la transición democrática, la realidad es que aún nos queda mucho trabajo por hacer. Seguimos siendo un país con una tradición machista.

Con la reforma político electoral del 2014, la garantía de la paridad entre mujeres y hombres en las candidaturas a la Cámara de Diputados, el Senado y los Congresos estatales bajo un rango constitucional ha sido significativa. Tan sólo en Jalisco, pasamos de tener 8 diputadas electas (de un total de 39) en los comicios del 2012, a 18 en la elección del 2015, una vez aprobada la reforma. Mientras tanto, a nivel federal, las mujeres tuvieron su máxima representación histórica en la Cámara de Diputados(as) y en el Senado de la República, donde 213 de los 500 diputados fueron mujeres, así como, 42 de los 128 senadores. No era la falta de interés de las mujeres, o que no “estuvieran preparadas”, era la violencia y las resistencias machistas que impedían eso. Ellas siempre han estado ahí, luchando por hacerse visibles por nuestra ceguera de la misoginia.

Pese a las resistencias de aquellos que se negaban (niegan) a aceptar a las mujeres, su llegada a los espacios de toma de decisiones es inminente y definitiva. Gracias a ellas las agendas legislativas evolucionaron y avanzaron, transformando las prácticas y la interacción entre diputadas y diputados. Esto derivó en el fortalecimiento de nuestra convicción de que la exclusión y violencia estructural en contra de las mujeres es un trabajo de todas y todos quienes hemos ocupado puestos públicos.

Los resultados definitivos de la jornada electoral del pasado 6 de junio nos abren la oportunidad de continuar transformando los espacios políticos. La ocupación de 24 mujeres legisladoras y 14 diputados en el Congreso de Jalisco, es una oportunidad para todos. Ellas ya han hecho su parte. A nosotros nos toca hacer la nuestra. Y eso significa romper con las complicidades bajo la dinámica de las camarillas de hombres. No solo su conformación es la oportunidad, también las diferentes fuerzas políticas, trayectorias y perfiles que muestran vislumbres de imaginar un congreso diferente. Todas ellas, nos representarán a las y los jaliscienses. Para mí es motivo de orgullo que nos representen todas y cada una de ellas.

En una realidad donde a las mujeres les ha costado ganarse cada centímetro del espacio que ocupan actualmente en la vida pública y política en este país, hoy nos toca a quienes compartimos con ellas estos espacios observarlas, reconocerlas y aprender otras formas de hacer política. Para que llegue a cada rincón que el Congreso es de ellas, de todas las mujeres y niñas de Jalisco, ¡Nos toca desaprender, compañeros!

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