Jueves, 28 de Marzo 2024

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“Chicuarotes”

Por: Gerardo Salcedo Romero

“Chicuarotes”

“Chicuarotes”

Al final de las presidencias de Luis Echeverría (70-76) y de López Portillo (76-82) ocurren sendas devaluaciones del peso, son años duros y el relato fílmico de ese periodo comienza en la administración de Miguel de la Madrid y se consolida durante el salinismo. El cineasta que  depura su obra a partir de un conjunto de personajes que viven la pérdida del empleo, el amago de la violencia y la ausencia de alternativas es Arturo Ripstein; sin embargo Rafael Montero (“El costo de la vida”, 1989), María Novaro (“Lola”, 1989), Julián Pastor (“Cómodas mensualidades”, 1992) Rubén Gámez (“Tequila”, 1992), Marcela Fernández (“Golpe de suerte”, 1992) y otros describen cómo la crisis económica se manifiesta también en la pareja, la familia, el individuo.

Entre los asesinatos de Kiki Camarena (1985) y Luis Donaldo Colosio (1994) emerge un poderoso y peligroso grupo de delincuentes que encuentra en el narcotráfico un glamuroso modo de vida; por sus nexos con los políticos del periodo el relato cinematográfico tarda casi una década en encontrar fórmulas de producción, quizás las películas más representativas son “El infierno” (Luis Estrada, 2010), “Heli” (Amat Escalante, 2013) y “La libertad del diablo” (2017).

Hace unos días el crítico Jorge Ayala Blanco vaticinó que en algunos años llegarán al cine los procesos desatados por la 4T: el desabasto de gasolina y medicinas, la ampliación del desempleo, el crecimiento de la economía informal, la polarización en las convicciones políticas… Se puede afirmar que “Chicuarotes” es un primer paso, un antecedente que describe las nulas alternativas que viven los jóvenes nacidos en el nuevo siglo, son criaturas cuyas familias están atrapadas en una marginación casi bíblica y cuyas decisiones tienen el aliento de la impunidad.

“Déficit” (2007) es la primera película dirigida por Gael García Bernal, ahí describe la forma en la que una amistad infantil es destruida por las diferencias sociales que ocurren entre el hijo del patrón y el hijo del jardinero. Ahora nos lleva a un lejano barrio de Xochimilco, barrio donde son visibles las cicatrices del terremoto del 2017, donde un par de amigos trata de ganarse la vida pidiendo dinero en los colectivos que recorren Tlalpan; la falta de perspectivas, de “conectes” con el mundo del empleo “formal” y la disolución de las tradiciones comunitarias son los detonantes. Gael cuenta con un solvente cuadro de actores, donde destaca Benny Emmanuel y una atractiva puesta en escena que aprovecha las condiciones de un entorno semi rural. No estoy seguro del término con el que se explicará al cine de este periodo, pero sin lugar a dudas tiene el amargo sabor del desencanto. 

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