La órbita de ciertos cuerpos celestes, giro en torno a la estrella que el vecindario cósmico les asignó; su vagabundeo cíclico no traza un círculo perfecto, según mostraban los libros de texto de primaria, más bien una elipse: el cuerpo celeste pasa cerca de su estrella y se aleja, se acerca y se aleja. La órbita aparente que delineamos las personas alrededor de quienes tiene el mandato de dar rumbo a la sociedad es asimismo elíptica: en tiempo electoral aquéllos, por artes quizá de la mecánica cuántica, incrementan su atracción gravitacional, con lo que quienes los orbitamos nos aproximamos un poco, según la fatalidad de los arreglos universales: porque no tenemos opción (candidatas y candidatos hasta en la sopa).En el metafórico afelio -cuando el objeto celestial está más lejos de su sol- pasa la mayor parte del tiempo de la sociedad, y en el perihelio, la máxima cercanía, sucede lo que en cosmogonía política se conoce como procesos electorales: cuando los que se ambicionan soles atraen a una confinidad quemante; deslumbra a tal grado que incluso nociones morales, de educación y hasta las del ridículo se difuminan. El catálogo de excentricidades que crearon las mentes de Einstein, Hawking, Penrose y compañía, se despliega durante eso que en México ha sido el centro político de las últimas décadas: la democracia electoral. En esos periodos el universo social y político se curva y debemos asumir que es finito pero ilimitado; aparecen “agujeros de gusano”, atajos del tiempo y del espacio: la utopía luce a la vuelta de las urnas, después nos damos cuenta que no es sino el eterno presente, que no nos movemos un metro; surgen “hoyos negros”, extintas desmesuras del pasado, tan masivas que de ellas no escapa ni la luz, imposible para saber qué pasó y cuánto nos deben, si alguien bien intencionado se asoma a esos “hoyos”, es abducido y no vuelve a ser el de antes; y como los hipotéticos taquiones de la física, durante las campañas sobran quienes con promesas y juramentos rebasan la velocidad de la luz, por mucho. Los fenómenos físicos son descritos desde la observación y la especulación que tienen por cómplice a las matemáticas; los fenómenos político-electorales, en cambio, obnubilan y conducen a una mengua intelectual y ética. Las predicciones de quienes se erigen en sumos politólogos del templo, las interpretaciones escatológicas de las encuestas y la lectura de personalidades se aplican casi como ciencia, en eso que una vez pasadas las elecciones la realidad nos impele a reconocer como meros desfiguros, cosmética de la democracia. Principios básicos como la decencia y prevenir el ridículo se desestiman, y lo que en el afelio (donde ocurre la vida que sí cuenta) parecería deleznable y grotesco, durante el perihelio amerita mesas redondas, estadísticas y solemnes reflexiones revestidas de trascendencia. Cosa que no sería problemática si luego recordáramos el proceso; pero no, parecemos quedar, quizá por efectos de partículas aún no descritas por la ciencia, impotentes para unir ambos espacios.Frente a la muerte de Debanhi Escobar en Nuevo León, ante la crisis de violencias contra las mujeres allá mismo ¿por qué no recurrir a la memoria y hacer el contraste con lo que el gobernador Samuel García y su esposa usaron para ganar la elección? El caso de Debanhi los hace ver vanos, ridículos, y peor: a quienes les prestamos atención y a los que votaron por él nos colocan en ese campo de la singularidad política: el de la ridiculez y la vacuidad. ¿En verdad es de admirarse su uso de las redes sociales? ¿No sale sobrando aquello de “no saben nada, pero qué buenos son para comunicar”? Podríamos cuestionarnos -en los estados en los que hoy estamos plantados allende los comicios- por qué nos hacemos piezas de su juego; por qué no nos atrevemos a decir lo que luego los hechos objetivos subrayarán: son absurdos e inconsecuentes; por qué no somos capaces de notar que, de un modo u otro, damos valor a semejante hoguera de vanidades que no hace sino perpetuar la indolencia que cobra vidas.Hoy, la vida misma en Nuevo León puso en la vitrina al gobernador García (y hay quien calcula que podría ser presidente). Pero todos los días esa terca, esa necia repelente a la gravedad que ejercen los políticos, la vida misma, pone en el aparador a tantísimos como él, en toda la geografía nacional: cien mil desaparecidos, mujeres y hombres; más de cien mil asesinados con dolo en tres años; la extorsión cotidiana; el que ser mujer sea peligroso; además, hambre, desamparo, sequía, exclusión, injusticia… qué tan ridículos lucen ahora los discursos de promoción del voto, los “métodos para comunicar” y el alud de anuncios de lo que lograrían luego de convencernos de que no estamos ante meros ridículos, sino de cara a la democracia redentora, urgida de nosotros, de nuestra correspondiente aportación al ridículo.Por Debanhi, por el medio ambiente y las comunidades violentados por el tramo 5 del Tren Maya; por las madres que buscan a sus desaparecidos; por las víctimas del sistema de salud intencionalmente roto; por los perseguidos por el poder; por las y los pobres sin esperanza; por el autoritarismo que se cierne sobre el país; por el dolor evitable que se acumula en todas partes y por tanto más, es deseable una distancia crítica con quienes están en o aspiran al poder público; la lejanía de sus piruetas no impedirá que la realidad los exponga al ridículo, es decir, que sigan haciendo daño, pero no seremos satélites de su espectáculo y el sentido de exigencia se expandirá, idealmente al nivel de un big bang social que genere un sistema solar otroagustino20@gmail.com