Jueves, 18 de Abril 2024

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A favor de la tenencia

Por: Sergio Oliveira

A favor de la tenencia

A favor de la tenencia

Muchos me van a odiar por eso, pero soy de los que piensan que el impuesto sobre la propiedad de los autos debería existir en todos los Estados, lo que significaría regresarla en los Estados donde fue eliminada, como Jalisco. Sé que muchos en este momento ya me están empezando a odiar, pero si siguen leyendo, como dicen los aficionados del América, me van a “odiar más”. Por que sí estoy a favor de la tenencia, solo no de la forma como ha sido cobrada en México hasta ahora.

Sí, el automóvil es uno de los mayores culpables de la contaminación ambiental, esto es obvio. No estoy seguro que sea el mayor, puesto que estudios recientes como el de Rhodium Group, de Estados Unidos, publicado en 2018, muestra que el transporte en general rebasó la generación de energía eléctrica como el mayor productor de contaminación en el vecino del Norte. Pero transporte no es solo el automóvil particular, implica también trenes, aviones, barcos, camiones, autobuses, etcétera. Por la ineficiencia de transportar a básicamente una sola persona en una caja con tamaño promedio de ocho metros cuadrados con un motor de variado tamaño, es el vehículo de nuestras cocheras el mayor responsable de la contaminación ambiental en las ciudades. ¿Qué se puede hacer al respecto?

La fiebre del auto eléctrico, que invade el mundo, principalmente a Europa, no me parece la solución. La extracción, transporte y transformación del litio de sus baterías es muy contaminante. Sin contar que aún no hay una solución para su reciclado y que la generación de energía eléctrica aún tardará mucho para ser limpia y abandonar el uso del diesel o del carbón como sus principales fuentes.

La solución más racional es tomar el camino inverso al que la mayoría de los gobiernos ha intentado tomar (usar el automóvil como medio de transporte masivo, pagado por cada ciudadano) y apostar por el transporte público, como lo está haciendo, por ejemplo, Singapur.

Penalización de acuerdo al crimen

Otra solución es desincentivar el uso del auto. Esta es la política de moda, la que se discute en los cafés por los intelectuales de planta, que en la mayoría de los casos sólo parecen serlo pero no estudian nada o al menos no lo suficiente sobre los temas de los que hablan como si supieran.

No es una mala política, por supuesto. Yo mismo acabo de aplaudir lo que hace el gobierno de Singapur. Pero en nuestro caso, históricamente, la hemos hecho y la estamos haciendo al revés. Porque la tenencia, creada en 1968 como un impuesto temporal para financiar a los Juegos Olímpicos, se volvió una fuente de ingresos tan interesante que los gobiernos locales, adictos a ese dinero, difícilmente quisieron soltar.

El detalle es que, como arma contra la contaminación, la tenencia mexicana equivale a un suicidio. Porque es un impuesto que castiga a los autos que menos contaminan, que son los nuevos, para beneficiar a los que más contaminan, que son los viejos. Es como si la sanción por robarse una manzana en el tianguis fuera mayor que la pena por asesinar a un niño.

Mi amigo y colega en el diario EL INFORMADOR, Diego Petersen dijo hace poco: “La contaminación es hoy un grave problema de salud y tenemos que tomar medidas específicas, de esas que no le gustan a nadie y que hacen impopular a cualquier Gobierno: verificación vehicular, restricciones de circulación e impuesto ambiental al uso del automóvil“. No puedo estar más de acuerdo. El detalle es que la verdadera tenencia debe aplicarse sobre los más de 35 millones de vehículos en México con más de 10 años de uso (que hoy no pagan nada), no sobre los 10 millones que menos polución generan. De hecho, lo ideal sería retirar a esos 35 millones de circulación, pero sin la alternativa de un buen transporte colectivo, seguro, limpio, puntual y barato, sería paralizar el país.

Poner una tenencia mayor sobre autos más viejos y contaminantes, como hacen Inglaterra y Japón, por ejemplo, no es una medida popular, todo lo contrario, pero como dice el mismo Diego: “La política ambiental no se hace para ganar adeptos ni votos sino para ganar vida”.

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