Sábado, 11 de Octubre 2025

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* Vencer... y convencer

Por: Jaime García Elías

* Vencer... y convencer

* Vencer... y convencer

Está claro: además de ser un hecho consumado -el clásico “palo dado” que ni Dios quita- la coronación de los “Tigres”, el domingo, es irreprochable. Es indiscutible…

Que haya sido convincente, desde todas las perspectivas posibles, es otra cosa.

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Desde el punto de vista reglamentario, el desenlace de la historia es inapelable: los “Tigres” -como los siete equipos que los acompañaron en la fase decisiva- cumplieron con todos los requisitos para llegar a la “Liguilla”; ya en ella consiguieron los resultados que los llevaron hasta la final; ya ahí ganaron el partido de ida, como locales, y manejaron, como visitantes, el gol conseguido unos días antes.

No tenían, en efecto, la obligación de buscar más goles ni de acrecentar su ventaja; tampoco tenían necesidad, en consecuencia, de suscribirse a un planteamiento más audaz, más brillante, más agresivo -futbolísticamente hablando-… aunque tuvieran el material humano idóneo para ello.

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La actitud especulativa, en el aspecto táctico, orientada a cerrar los espacios y complicar el funcionamiento del León -que era local, que previsiblemente tomaría la iniciativa, lanzándose al abordaje, y había sido, además, el mejor equipo durante la temporada regular-, de ninguna manera viola los reglamentos, ni del juego ni de la competencia.

Sin embargo, y sin ánimo de aguar la fiesta de los campeones, que el desempeño de los “Tigres” no se significara por la brillantez que ha caracterizado o por el sabor de boca que otros campeones han sabido dejar en el paladar de críticos y aficionados, puede tener efectos perniciosos…

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De la misma manera -ejemplo obligado- que las reacciones que permitieron a Liverpool y Tottenham arrebatar heroicamente a Barcelona y Ajax, respectivamente, los boletos para la final de la Champions League, calientan el caldero, acrecientan la expectación y multiplican el interés de los aficionados de todo el mundo por esas batallas (aunque de ninguna manera garanticen que el partido del próximo sábado en Madrid vaya a estar a la altura de las expectativas generalizadas), que una final como la del domingo en León, que genera tanto interés, deje la sensación de que el ganador sólo se interesó por el resultado, por destruir los afanes del rival, y se desentendió por completo del capítulo ofensivo -y del espectáculo por ende-, enfría a los aficionados.

Vencer, por supuesto, es importante. Pero convencer, además, sin sacrificar el resultado, es más importante todavía.

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