Si hubiera elementos de juicio para suponer que los de Guadalajara y Atlas fueron meros accidentes del futbol, quebrantos pasajeros, hijos de los traídos y llevados “imponderables del deporte”, y para anticipar que mañana o pasado las cosas tendrían que cambiar, para bien, y que los dos tradicionales equipos tapatíos dejarán de ser viles “extras” para transformarse en protagonistas del campeonato, menos mal. Pero como “nones”…*José Saturnino Cardozo, técnico de los rojiblancos, se suscribió el sábado al argumento de que la cancha, a raíz del aguacero que se abatió sobre la ciudad, no estaba en las condiciones propicias para que el partido se jugara. Sin embargo, como los compromisos con las empresas televisoras (por cierto: México no es el único país en que así ocurre) obligan a los equipos a pasar por alto factores como la pobreza del espectáculo que se genera cuando la cancha se convierte en un barrizal, o como la integridad física de los jugadores que se ve comprometida en esas circunstancias, el argumento pasa a ser inmanejable…Se juega porque se juega, fastídiese quien se fastidiare.*Ahora bien: las condiciones del campo, en esa tesitura, son las mismas para los dos equipos. Hay que analizar, en consecuencia, quién supo adaptarse mejor a las mismas…En el caso, la decisión con que Cauteruccio controló el balón, eludió rivales, lo condujo a la zona de definición y venció a Gudiño, por una parte, y la tibieza de los defensores rayados para parar al adversario, para impedir que tirara o para detener el disparo, por la otra, se sumaron para que la historia se escribiera.Las varias intervenciones de Gudiño, así fuera para desalojar los “ollazos” sistemáticos del Cruz Azul, contrastaron con la jornada relativamente apacible que Corona tuvo en el otro marco: indicio de que persiste la anemia ofensiva que el equipo acusaba en los dos últimos torneos de Liga… aún con Matías Almeyda como timonel.*En cuanto a los rojinegros, el aceptable quehacer que tuvieron durante la primera media hora de partido, la tarde del sábado, en el Estadio Azteca, se desmoronó en cuanto el América apretó el acelerador. La diferencia en el marcador (3-0) fue muy elocuente. La incapacidad de los tapatíos para evitar la goleada, y mucho menos para reaccionar y levantarse de la lona, invitan a sospechar que esta será otra campaña de más penurias que alegrías.
