Jueves, 25 de Abril 2024

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Educación sin cambios

Por: Jacques Rogozinski

Educación sin cambios

Educación sin cambios

“Los analfabetos del Siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”

Alvin Toffler

Desde hace décadas se viene repitiendo que la educación es la clave para el desarrollo económico y social. Sin embargo, poco se ha hecho para procurar verdaderos cambios al sistema educativo mexicano. De muchas maneras nuestro sistema sigue siendo igual que el de hace más de 100 años. Los cambios en las estructuras educativas han sido -en el mejor de los casos- estéticos. Cambiaron los pizarrones, no la forma en que se imparten clases en las aulas, la tecnología se ha pensado como un fin y no como un medio, y la mayoría sigue promoviendo la repetición y la memorización. Lo que se requiere es una reforma total, pero sobre todo en la forma en que entendemos la educación.

Hace unos años el profesor, investigador y emprendedor social Sugata Mitra, emprendió un experimento en algunos pueblos remotos en la India, debido a su preocupación de que justo en los lugares dónde más se necesitan los mejores maestros, estos no llegan. En barrios pobres de Nueva Delhi incrustó computadoras en las paredes y les instaló algunos programas educativos e internet. Les dejó a los niños retos a resolver y regresó un par de semanas después. La tesis que Mitra quería demostrar es que los niños podían en gran medida gestionar su propia capacidad de aprendizaje si les daban las herramientas correctas y se generaba un ambiente estimulante. De su experimento obtuvo resultados sorprendentes, al poco tiempo no solo logró una mejora en la capacidad cognoscitiva de los niños, también en sus habilidades de liderazgo, colaboración y sobre todo observó un impulso contundente en su creatividad y en su interés natural por aprender. El experimento que inició en Nueva Delhi después se aplicó en otros lugares del mundo.

Ahora bien, contrario a lo que muchos creen, los cambios más profundos en los modelos educativos ejemplares como el de Finlandia, no están basados en la tecnología: están más enfocados en cambiar el sistema de enseñanza de las escuelas y aulas (que dejen de asemejarse a centros penitenciarios); no pretender que todos los niños aprendan igual y a la misma velocidad; procurar espacios de colaboración y que los maestros en vez de inspirar miedo sean percibidos como facilitadores, incitando a los niños a observar diferente, tener su curiosidad siempre despierta y un involucramiento proactivo y propositivo de los padres de familia. El especialista en educación Arthur C. Clarke dice: “Si un niño tiene interés, entonces ocurre la educación”. ¿La tecnología? Una herramienta, no un fin.

Las principales tendencias en educación están centradas en la colaboración entre maestros, alumnos y comunidades. En México a lo largo de los años se han realizado varias reformas educativas, procurando un sistema más inclusivo y eficaz. Sin embargo, seguimos situados en los últimos lugares a nivel regional, con un escaso 17% de alumnos que logran llegar a la universidad. Los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) coloca la calidad educativa de México por debajo del promedio mundial, según su última edición (2015), resultando que únicamente un 1% de los estudiantes mexicanos que tomaron la prueba tienen los conocimientos suficientes para posicionarse con un buen resultado en el programa. Así de grave.

La mirada y la preocupación por mejorar la educación en México es un acierto, sin embargo, habría que considerar si la receta empleada es la correcta. Los incansables debates sobre la reforma educativa y la evaluación de los maestros no son suficientes.

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