Martes, 23 de Abril 2024

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- Transporte “pirata”

Por: Jaime García Elías

- Transporte “pirata”

- Transporte “pirata”

De aquellos tiempos, señor Don Simón, en que Guadalajara –o, más exactamente, los tapatíos, especialistas en proclamar “urbi et orbi” las maravillas con que el buen Dios había privilegiado a su terruño— se preciaba de contar con uno de los mejores servicios de transporte público en el país, a los presentes en que hay consenso en que dicho servicio, en general, fluctúa entre deficiente y calamitoso, y en que los usuarios prefieren el transporte “pirata” al oficialmente autorizado, ha pasado mucha agua bajo el puente…

-II-

La historia de la involución (por definición, “detención y retroceso de una evolución biológica, política, cultural, etc.”) que Guadalajara y municipios conurbados (antaño, tres; actualmente, siete u ocho) han experimentado en esa materia, tiene componentes trágicos. No sólo por las víctimas mortales del transporte público, que desde hace varios años, según las estadísticas, se dan a razón de una por semana, sino porque el tiempo de traslado de los tapatíos, de la casa al trabajo o a la escuela y viceversa, tiene mucho de tragedia. La vida es demasiado corta para pasar tantas horas soportando incomodidades a bordo de camiones urbanos.

Del reportaje acerca del transporte público “pirata” publicado ayer en estas páginas, se desprende que los particulares han sido más sensibles que las “h.” autoridades y los propios concesionarios del servicio, para detectar las zonas que pueden ser nichos de oportunidad para prestar el servicio. Como el crecimiento de la ciudad es incontenible, se comprende que hoy ya viva gente al otro lado de la que ayer era “la última casa de la ciudad”; (como dice el dicho, “allá donde Tarzán perdió el cuchillo...”). Se comprende, así, que la demanda de transporte se incremente incesantemente, y que muchos ciudadanos actúen en función de una de las fórmulas supremas del éxito económico: “detectar la necesidad… y proveer el satisfactor”.

-III-

La autoridad (“el Supremo Gobierno que no se equivoca nunca”, diría, socarrón, Pito Pérez), al constatar la irrupción de un servicio que se presta “al margen de la ley”, opta por perseguirlo, combatirlo y tratar de eliminarlo…, con lo cual no afecta al infractor –que no propiamente delincuente—, en nombre del cumplimiento irrestricto y muchas veces torpe, ciego, irracional de la ley, sino al ciudadano común a favor del cual y de la solución de sus necesidades supuestamente trabaja aquélla.

Probablemente tenía razón Oscar Wilde cuando sentenciaba que “Hay algo peor que la fuerza bruta: la inteligencia bruta”.

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