Lunes, 29 de Abril 2024

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- Mal ejemplo

Por: Jaime García Elías

- Mal ejemplo

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Para los lamentos, por demás recurrentes, de que Guadalajara seguía fielmente, para mal, el ejemplo de la Ciudad de México, la réplica más común se sintetizaba en dos palabras:
-Ni modo…

…Como si se tratara de un atavismo o de una maldición de la que fuera imposible liberarse.

-II-

Así, el crecimiento anárquico de la ciudad, el entorpecimiento gradual de la movilidad, el despoblamiento del Centro Histórico, la incontenible contaminación ambiental, los problemas para el suministro de agua potable y la disposición final de la basura; la degradación de los servicios públicos; el deterioro, en fin, de la calidad de vida de los habitantes, se veían-con dolor, ciertamente, pero también con algo parecido a la resignación (hermana carnal de la impotencia)- como consecuencias lógicas de la multiplicación de los pobladores: un proceso natural tan inevitable como el envejecimiento y la muerte de todos los seres vivos.

Bien. El caso es que la Ciudad de México, la más poblada de América Latina (21 millones de habitantes) y la quinta más poblada del mundo después de Tokio, Nueva Delhi, Shangai y Sao Paulo, puso en marcha un programa denominado “Basura Cero”, orientado a reciclar, en el mediano plazo, la totalidad de las trece mil toneladas de desperdicios sólidos que sus habitantes generan todos los días. En el entendido de que ni Roma ni los grandes proyectos pueden realizarse en un día, el programa contempla llegar a la meta trazada en el año 2030.

-III-

Como es del conocimiento público, algunos municipios de la Zona Metropolitana de Guadalajara han emprendido, ocasionalmente, intentonas similares. Hasta ahora, en general, fallidas casi todas. La recolección clasificada de la basura -un día la orgánica, otra la inorgánica-, planificada en nombre de un modelo sustentable en beneficio de los habitantes de las grandes ciudades, ha fracasado porque no se han implementado las acciones complementarias, que permitan el aprovechamiento sistemático e integral de los residuos reciclables -metales, papel, vidrio…- y la transformación en composta de los orgánicos. El modelo que Guadalajara -¡oh, paradoja…!- implementó exitosamente hace medio siglo, y que fue imitado por otras ciudades de México y del mundo, se abandonó y no se ha conseguido replicar desde entonces, con las consecuencias que están a la vista: la saturación de los tiraderos.

Guadalajara (y anexas) ya ha imitado, para mal, por muchos años, a la Ciudad de México. ¿Sería demasiado pedir que también, al menos en ese aspecto, esta vez la imitara para bien…?

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