Viernes, 17 de Mayo 2024

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- Asesinos seriales

Por: Jaime García Elías

- Asesinos seriales

- Asesinos seriales

Los casos de asesinos seriales que registra la historia son, quizá, menos truculentos que los imaginados por los mejores autores de novelas policiacas o de detectives -Conan Doyle, Agatha Christie, Ellery Queen-… pero más aterradoras. La diferencia esencial estriba en que los primeros son meros desafíos para la capacidad deductiva de los lectores, que deben descubrir quién es el asesino sin recurrir al sobado truco de empezar a leer el libro por la última página; los otros, los que ocurren en la vida real, generan miedo -justo miedo- en la sociedad.

-II-

La coincidencia de que cinco indigentes hayan sido asesinados en una semana, en la vía pública, en zonas relativamente céntricas, no baleados ni apuñalados sino atacados con un objeto contundente -una piedra, presumiblemente-, apunta a la posibilidad de que todos los crímenes hubieran sido cometidas por la misma persona.

En lo que nuevos indicios robustecen o desvanecen esa hipótesis, tanto los entendidos en criminología como muchos simples ciudadanos que vivieron episodios similares, evocan historias ocurridas en esta que con justicia se preciaba de ser “Ciudad Amable”…

-III-

Hasta donde se recuerda, en Guadalajara no hubo casos como los de los tristemente célebres Goyo Cárdenas y el “Pelón” Sobera de la Flor en México. Cárdenas, conocido como “El Estrangulador de Tacuba”, asesinó a cuatro mujeres -tres de ellas prostitutas-, a principios de la década de los cuarenta del siglo pasado; cuando confesó sus crímenes, argumentó que pretendía probar con sus víctimas una técnica de resurrección que estaba buscando. Una década después, Higinio Sobera de la Flor ganó fama en las notas policiacas por varios crímenes que se le probaron y otros que quedaron en el terreno de la especulación.

En Guadalajara hubo dos casos célebres: uno, en la década de los setenta, “El Narcotizador”, abordaba mujeres mayores, solas, las drogaba -una de ellas murió- y las robaba; otro, en la siguiente década, “El Mataindigentes”, en el curso de dos meses asesinó a tiros a 13 personas que acostumbraban dormir en la vía pública. Del primero se supo que, arrepentido de su conducta, se entregó voluntariamente. Del segundo, la leyenda urbana sostiene que fue capturado, pero como los investigadores no pudieron probarle nada, simplemente “lo desaparecieron”… con lo que, en efecto, se cortó la sucesión de crímenes.

El reto, en el caso actual, consiste en devolver la tranquilidad a muchos infelices que tienen su único relativo tesoro en el simple hecho de estar vivos.

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