En un mundo donde la productividad se ha convertido en una insignia de valor, los millennials (aquellos nacidos aproximadamente entre 1981 y 1996) enfrentan una paradoja laboral: aunque reconocen la importancia del bienestar y del equilibrio entre vida y trabajo, muchos se sienten culpables al tomarse un día libre. Esta contradicción no es casualidad; es el resultado de factores culturales, económicos y tecnológicos que han moldeado profundamente su relación con el trabajo.Los millennials crecieron en medio de la expansión del internet, el auge del emprendimiento y una narrativa dominante: "si trabajas duro, alcanzarás el éxito". Esto generó una presión intensa por rendir al máximo, incluso más allá del horario laboral. Las redes sociales amplifican esta presión, mostrando constantemente historias de éxito, productividad y superación que refuerzan la idea de que descansar es igual a perder el tiempo.A diferencia de generaciones anteriores, los millennials entraron al mundo laboral durante o después de crisis económicas importantes, como la recesión de 2008. Esto hizo que muchos asumieran el trabajo como un privilegio, no un derecho, generando miedo a ser reemplazados o a parecer “poco comprometidos”. Tomarse un día libre puede percibirse, entonces, como una debilidad o un lujo que no se pueden permitir.El trabajo remoto, los correos fuera de horario y la hiperconectividad han diluido las líneas entre la vida personal y profesional. Aunque esta flexibilidad puede ser positiva, también crea la expectativa de estar siempre disponible. Así, incluso en días libres, muchos millennials sienten la necesidad de revisar correos o mantenerse "al tanto", como una forma de mitigar la culpa por no estar trabajando activamente.En entornos laborales altamente competitivos, donde el reconocimiento suele estar ligado al rendimiento visible, tomarse tiempo para uno mismo puede generar ansiedad. Muchos millennials buscan validación a través del trabajo, y temen que un día libre sea malinterpretado como falta de ambición o compromiso.Curiosamente, esta generación también ha sido pionera en hablar abiertamente sobre salud mental, autocuidado y bienestar. Sin embargo, la implementación práctica de estos valores muchas veces choca con la internalización de la culpa. Los millennials saben que descansar es necesario, pero muchas veces no se dan el permiso emocional para hacerlo sin remordimientos.Romper con la culpa asociada al descanso no es fácil, pero es necesario. Las empresas tienen un rol clave en fomentar culturas que normalicen el uso de días libres, sin estigmatizarlo. Y a nivel individual, los millennials deben aprender a revalorizar el descanso no como una pausa de la productividad, sino como una parte integral de ella.BB