El desayuno ha sido considerado durante mucho tiempo como "la comida más importante del día", pero más allá del contenido nutricional, un factor clave ha cobrado relevancia en los últimos años: el momento del día en que se realiza. Investigaciones recientes en el campo de la crononutrición (la ciencia que estudia la relación entre los ritmos biológicos y la alimentación) han comenzado a arrojar luz sobre cuál es la hora ideal para desayunar y cómo puede afectar al metabolismo, el control del peso y la salud general.Diversos estudios señalan que el mejor momento para ingerir el desayuno es entre las 6:00 y las 10:00 de la mañana, preferiblemente en la primera hora tras despertar. Según investigadores del Instituto Salk de Estudios Biológicos y universidades como Harvard y Oxford, desayunar temprano permite una mejor sincronización con el reloj biológico interno, lo que favorece una mayor eficiencia en la digestión, la absorción de nutrientes y el uso de la glucosa como fuente de energía.En particular, un estudio publicado en la revista Cell Metabolism sugiere que las personas que desayunan dentro de los primeros 90 minutos tras levantarse presentan menores niveles de insulina y mayor control glucémico a lo largo del día.Desayunar en las primeras horas del día no solo se alinea con los ritmos circadianos naturales, sino que también se relaciona con:La Fundación Española de la Nutrición y otros organismos coinciden en que un desayuno equilibrado y temprano puede mejorar la concentración, el rendimiento físico y mental, y facilitar la pérdida o mantenimiento de peso saludable.Aplazar el desayuno más allá de las 10:00 a. m. puede tener efectos negativos. Estudios han vinculado los desayunos tardíos con mayor riesgo de obesidad, resistencia a la insulina, alteraciones en los lípidos sanguíneos y una peor regulación del apetito. Esto se debe a que el cuerpo entra en un estado de ahorro energético si no recibe alimento tras el ayuno nocturno, lo que ralentiza el metabolismo.BB