El Teatro Degollado se llenó de música, emoción y asombro la noche del viernes durante una velada orquestal que logró mucho más que homenajear al compositor francés Maurice Ravel. En el marco del Festival Cultural de Mayo, con Canadá como país invitado, la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) ofreció un concierto especial que unió tradición, virtuosismo y sorpresa, bajo la dirección del maestro japonés Toshiyuki Shimada y con la participación del violinista canadiense Timothy Chooi, quien hizo su debut en México.Pasadas las 21:00 horas, las luces del Degollado se atenuaron y la orquesta ocupó su lugar bajo una ovación cálida. El programa arrancó con “Alborada del Gracioso”, pieza que Ravel orquestó en 1918 y que se distingue por su espíritu festivo y sus texturas rítmicas de influencia española. Desde los primeros compases, la OFJ mostró una ejecución precisa y dinámica, guiada con soltura por Shimada, quien hizo gala de una dirección contenida pero profundamente expresiva.El primer punto culminante llegó con la entrada del joven Timothy Chooi, quien, enfundado en un saco color café, se colocó en el centro del escenario para interpretar el Concierto para violín en mi menor, Op. 64 de Felix Mendelssohn. Esta obra, una de las más icónicas del repertorio para violín, fue abordada por Chooi con una mezcla de técnica impecable y envolvente. Durante los tres movimientos del concierto, el público se mantuvo absorto, casi sin parpadear, ante la intensidad de la ejecución.Sin embargo, fue un gesto fuera de programa el que transformó la velada en una noche para recordar. Poco antes del intermedio, y sin previo aviso, Chooi rompió con el protocolo para ofrecer una interpretación inesperada: “Hallelujah”, la emblemática canción de Leonard Cohen, resonó en el teatro con una sensibilidad que paralizó el ambiente. Cada nota del violín fue recibida con un silencio reverente, como si el público contuviera el aliento.Al concluir, la respuesta fue inmediata y ensordecedora con una ovación de pie, prolongada y cargada de emoción. Un ramo de flores le fue entregado sobre el escenario, como símbolo de admiración y respeto.Tras el intermedio, la OFJ retomó el homenaje a Ravel con una interpretación delicada y melancólica de la “Pavana para una infanta difunta”, una obra breve pero cargada de atmósfera. El concierto concluyó con las suites 1 y 2 de Daphnis et Chloé, una obra monumental que permitió a la orquesta desplegar toda su potencia sonora. Las capas armónicas, la riqueza de matices y la complejidad rítmica de la partitura fueron abordadas con solvencia por los músicos jaliscienses.YC