Lunes, 23 de Junio 2025
Cultura | XII domingo ordinario

Evangelio de hoy: “Si alguno quiere acompañarme... que tome su cruz de cada día y me siga”."

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”, pregunta Jesús a sus discípulos de todos los tiempos

Por: El Informador

«Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día». WIKIPEDIA/«Pasmo de Sicilia», de Rafael Sanzio

«Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día». WIKIPEDIA/«Pasmo de Sicilia», de Rafael Sanzio

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Zacarías 12, 10-11.

«Esto dice el Señor: “Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén, un espíritu de piedad y de compasión y ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con la lanza. Harán duelo, como se hace duelo por el hijo único y llorarán por él amargamente, como se llora por la muerte del primogénito. En ese día será grande el llanto en Jerusalén, como el llanto en la aldea de Hadad-Rimón, en el valle de Meguido”. En aquel día brotará una fuente para la casa de David y los habitantes de Jerusalén, que los purificará de sus pecados e inmundicias». 

SEGUNDA LECTURA:

Gálatas 3, 26-29.

«Hermanos: Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes».

EVANGELIO:

Lucas 9, 18-24.

«Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.

Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.

Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”. Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará”».

El número “50”

Celebramos este día la fiesta del Cuerpo de Cristo, Corpus Christi. Detengámonos en el Evangelio del jueves pasado, de san Lucas, quien señala que antes de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús dividió a la gente en grupos de 50. ¿Qué nos quiere comunicar el evangelista con esta anotación?

El número 50 tiene en la Biblia varios significados afines: el más relevante es que es el signo numérico de la plenitud, de la completez, de la afirmación absoluta, de la realización total. En la aclamación del Aleluya de hoy, Jesús habla de sí mismo como “el pan bajado del cielo” y del que coma de ese pan vivirá para siempre. Jesús es la plenitud de la presencia amorosa de Dios; es la completez del plan divino para la humanidad y para el universo; es la afirmación absoluta del Padre; es, finalmente, la realización total y definitiva de la promesa. Por eso, Él es la plenitud de Dios en la tierra y en nuestro universo todo. Es la presencia de la Vida y la liberación definitiva de la muerte. Es el pan bajado del cielo.

Y luego viene el pasaje evangélico de Lucas. El contexto es la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Y aquí, la situación exige la necesidad de alimentar a los presentes. Entonces surge el signo visible de lo que escribimos en el párrafo anterior: el acomodo en grupos de 50, la bendición de acción de gracias del pan y el pez, y la plenitud y completez con la que se sacian todos, y mucho más que sobró. He aquí la total realización del Reino de Dios en la humanidad toda: “50”.

Es Jesús el que nos alimenta; aún más, es Él mismo el alimento con el que nutrimos nuestra fe en que Dios ha realizado ya la liberación, nuestra esperanza en que seremos integrados completamente a la vida divina, y nuestro amor fraterno con el que anunciamos visiblemente esta Buena Nueva. Por eso, Jesús en el evangelio de Juan exclama: “En verdad les digo: quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.

Héctor Garza, SJ - ITESO

Estamos llamados a dar una respuesta cotidiana

En este domingo, podrás encontrar en la palabra de Dios dos preguntas para responder en labios de Jesús: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Los discípulos responden conforme a lo que han escuchado de otros. Pero Jesús los interpela personalmente: “¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?”

Hoy te invito a que respondas a estas preguntas y puedas hacer tuya la profesión de fe de Pedro: “Tú eres el Mesías”. Esta respuesta implica un verdadero testimonio de vida cristiana, siguiendo las huellas del Maestro. Por ello, Jesús hace una invitación: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga”.

Recuerda siempre que Jesús va delante de ti; eres un seguidor, y muchas cosas te costarán trabajo. Lo que hace diferentes los tragos amargos de la vida es la compañía de Jesús, el tener un corazón confiado en que Dios está obrando y que Él es quien nos invita a afrontar con valentía la cruz de cada día con amor.

Te invito a responder a la pregunta de Jesús en tu vida cotidiana: cuando estés con tu familia, que tu cercanía refleje quién es Jesús para ti; cuando estés estudiando, que con tu empeño respondas quién es Jesús para ti; en tu trabajo, que tu responsabilidad refleje quién es Jesús para ti. En pocas palabras, que Dios sea el motor de tus quehaceres cotidianos, que son tu cruz de cada día y que esto no significa que tenga que ser una situación negativa.

Pide a la Virgen María su auxilio maternal para que acompañe todo lo que emprendas y puedas descubrir a Dios actuando en tu vida. Ella, que portó a Jesús en su seno y lo acompañó en la cruz, sabrá acompañarte también en la vida hasta que llegue el día glorioso en que, al estar delante de Dios cara a cara, puedas entregar como respuesta una vida santa que diga: “Tú eres el Mesías”.

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