El detective García Harfuch y el elefante robado
El Plan Michoacán por la paz y la justicia anunciado por el gobierno federal y la figura hiper mediática de Omar García Harfuch me recuerdan el cuento satírico “El elefante robado” de Mark Twain.
La ineficiencia policial, la adoración estadística, los informes inútiles, la autopromoción y la falta de resultados enmarcan la estrategia de seguridad para pacificar Michoacán desde Felipe Calderón (este es el cuarto operativo federal en dos décadas).
Hay realidades que sólo la ficción puede retratar con justicia. Este es el caso.
La historia de Twain relata el robo de un elefante blanco y los estrambóticos esfuerzos del detective Blunt para localizarlo.
Tras recibir la denuncia, el inspector realiza una ficha sobre el animal en donde recaba los datos más absurdos: fecha de nacimiento, quiénes fueron sus padres, si era hijo único, la longitud de sus colmillos, qué le gusta comer y beber, etc.
“En mi profesión, nada puede llevarse a cabo sin seguir un orden estricto y minucioso”, presume el metódico detective Blunt.
Luego ordena un despliegue de decenas de policías por todo el país para buscar al elefante con el más absoluto sigilo.
El robo aparece en todos los periódicos al día siguiente con delirantes declaraciones de los investigadores, un listado de 34 sospechosos, 11 teorías sobre el caso y, sorpresivamente, el inspector Blunt jactándose de que arrestará a los ladrones.
“En cuanto a los periódicos, necesitamos el contacto con ellos (...) Necesitamos mostrar constantemente al público lo que estamos haciendo, ya que de lo contrario creerían que no estamos haciendo nada”, advierte el inspector.
Una oleada de telegramas fantásticos provenientes de sus detectives por todo el país llegan al inspector Blunt: localizaron las huellas del animal, atacó a un grupo evangélico, arrolló una fábrica de refrescos, pero el animal siempre escapa en el último momento.
Luego de tres semanas de búsqueda y de duplicar la recompensa por los ladrones, la búsqueda termina cuando el elefante es encontrado fortuitamente en una bodega junto a la estación de policía a donde llegó herido y murió de inanición en los primeros días del supuesto robo.
Como el inspector Blunt, nuestras autoridades también parecen más preocupadas por el despliegue fatuo de recursos que por los resultados reales. La diferencia es que aquí el costo no es un elefante, sino una población entera atrapada entre la propaganda y la violencia.
El operativo en Michoacán contempla el despliegue de más de 10 mil efectivos, informes regulares y una narrativa de control que la terca realidad tarde o temprano desmiente (ojalá me equivoque).
Cualquier parecido del inspector Blunt con nuestros “súper policías” es mera coincidencia.
Si quieren reír -y pensar- a carcajadas, el cuento está disponible en línea y en audiolibro en YouTube.