Volver a la ciudad de mañana
Todas las naciones sobre la emergencia. El planeta se convulsiona, mientras todas las aparentes certezas se desvanecen en el aire. Es claro: es imperativo atender primero, y con todos los recursos disponibles, la amenaza mortal. Pero puede también ser el tiempo para, tras la demolición de las certezas, proponer un mejor, más justo y sustentable futuro.
¿Cuál debiera ser el futuro de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, de nuestros territorios?
Ciertamente no el que la inercia destructiva fue perfilando a lo largo de las décadas. A guisa de reflexión, es posible decir que el coronavirus nació de una ciudad y una civilización descompuestas.
Y nosotros, desde Guadalajara, Tepatitlán o Puerto Vallarta, corríamos sobre esa ola de putrefacción e inequidad, de nula sustentabilidad, de tristeza, contaminación y fealdad.
Aprendamos del desastre, acompañemos a enfermos y moribundos, acatemos todas las precauciones. Pero ora pensemos qué hacer para no seguirnos despeñando en el desastre, cuya actual muestra es un virus que quiere comerse al mundo y que es una clarísima señal de la descomposición planetaria.
Volvamos a la vida simple, frugal, que nuestra pobreza nos demanda. Erijamos nuevas ciudades, nuevas arquitecturas que sepan ser limpias, modestas y livianas. Busquemos la lógica, la simplicidad, la belleza. Todo esto es muy ajeno al actual sistema que se tambalea. El consumismo voraz, la corrupción política, la sumisión de la ciudadanía -por no decir su complicidad- la insolidaridad, muestran ahora y con claridad los esquemas erróneos y criminales que desembocaron en un estatus quo ahora en irreversible quiebra.
Afrontemos el futuro, asumamos culpas y errores, construyamos juntos, sobre estas ruinas, la ciudad venidera. Se sabe, es un asunto demasiado importante para ser dejado en las manos de los políticos. Tendrá que venir quizá una ordenada e incruenta insurrección civil. La agenda es vasta, los retos inmensos. No le hace. Como dijo Dylan, “we shall overcome”. Podremos librarla.
Pensemos, imaginemos, proyectemos. Es la hora de la esperanza y el coraje.