Un AMLO lejos de El Peje
Parecía que Andrés Manuel López Obrador salía de su mala racha al empezar a recuperar sus niveles de aprobación en los últimos días, cuando le estallaron dos bombas que pegaron, de nueva cuenta, en la línea de flotación de sus principales banderas políticas: las de su promesa anticorrupción, la austeridad y la honestidad.
De ser el Presidente con los mayores niveles de popularidad de la historia, sus simpatizantes se habían empezado a alejar a menos de un año y medio de ejercicio gubernamental por sus distintos yerros. La caída empezó desde octubre pasado con el “culiacanazo”, siguió con la crisis del naciente Insabi, continuó con su falta de empatía con la irrupción de un movimiento feminista con una potencia inédita e hizo crisis con la poca seriedad y hasta chunga con la que tomó inicialmente el manejo de la pandemia del coronavirus.
De todo eso, y del más reciente enfrentamiento con importantes liderazgos del empresariado mexicano por sus discrepancias con el programa económico de la 4T para enfrentar la contingencia sanitaria por el COVID-19 que agudizó su desconfianza mostrada desde la clausura de las obras del Nuevo Aeropuerto, López Obrador se empezaba a reponer, mostrándose pese a estos contratiempos como un Presidente poderoso y con una amplia base social.
Esa fortaleza reside justamente en las causas que desde su primera campaña presidencial en 2006 decía defender y que lo hacían distinto de la clase política corrupta de México. Eran los tiempos de El Peje, aquel opositor implacable que urgía a que por el bien de México, se viera primero por los pobres y se acabara con los gobiernos faraónicos.
Hoy López Obrador está en una zona de alto riesgo en las que podría perder esos grandes pilares de su gobierno.
Lo pusieron ahí su director de la Comisión Federal de Electricidad, el ex priista Manuel Bartlett, y Anabel Hernández, periodista experta y multipremiada por sus investigaciones en temas de narcotráfico.
En ese pantano, AMLO se puede hundir o salir nuevamente fortalecido. Lo primero pasará si por segunda ocasión, la Secretaría de la Función Pública se pone del lado de Bartlett (a quien El Peje llamó en su momento el padre del fraude de 1988, corrupto e intolerante) y así como lo exoneró a él de no incluir en su declaración patrimonial todo un emporio inmobiliario, ahora avala la venta a sobreprecio de respiradores que hizo su hijo a través de una licitación directa.
El futuro del gobierno de López Obrador pasa también por si logra o no dejar claro que no tiene vínculos con Ismael “El Mayo” Zambada, el capo de capos en México y líder del cártel de Sinaloa, como lo ratificó ayer la periodista, cuyo trabajo fue reconocido y enaltecido ayer por el propio Presidente en su mañanera. En este delicado caso, no sólo bastarán las palabras, sino hechos contundentes que lo deslinden, por ejemplo, la recaptura de Ovidio Guzmán.
Hoy AMLO debe rescatar para él las banderas y el prestigio de cuando era El Peje. Se juega el sexenio y su proyecto político en ello.
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