Tres episodios
Nuestro primer episodio se refiere al primer Informe de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. No es fácil advertir que la Cuarta Transformación haya supuesto una transformación en el contenido de los informes presidenciales de forma que estos logren ser más objetivos e incluyan la dosis correcta de autocrítica. Los presidentes de México, y seguramente de muchos otros países, siguen pensando que un informe a la nación debe concentrarse en una larga relación de logros, aun si estos no se corresponden con la realidad. Parte de esta visión lo constituye el afán de las estadísticas, anunciar los porcentajes en que los delitos se han abatido, en que la pobreza ha disminuido, o la inversión extranjera ha aumentado. Está fuera de discusión que la sociedad necesita conocer los éxitos y alcances de su Gobierno con claridad y objetividad, reconocerlos y sentir satisfacción del modo en que sus impuestos producen resultados, pero siempre en México nos ha faltado la otra parte: saber también sobre lo que no se logró y por qué, conocer los fracasos de la administración y asumir la parte que nos corresponda como ciudadanos, tener noticia sobre todo lo que queda pendiente. Pero este campo parece tierra prohibida para los políticos.
Hay muchos datos que nos gustaría tener: sabemos que el Ejército mexicano cuenta actualmente con 261,775 soldados en activo. ¿Cuántos elementos forman parte del ejército delincuencial? Si por cada miembro del Ejército hay una familia que depende de él, ¿cuántas familias dependen de los organismos delincuenciales? Si hemos de creer a las noticias, el Gobierno norteamericano tiene listas completas de empresas mexicanas ligadas a la delincuencia con nombres, apellidos y razones sociales. ¿También nuestro Gobierno dispone de una información semejante o aún mejor?
Habría que leer el informe completo presentado por la presidenta a las Cámaras, y entonces constatar si en ese informe también se incluye el número completo de bajas ocurridas entre los soldados en el combate a la delincuencia, y de las bajas por parte del otro “ejército”. Igualmente, la lista total de empresas urbanas o rurales, agrícolas, comerciales o industriales que se vieron afectadas en el pasado año como secuela de los chantajes y cobros de piso de la famosa “maña”, sin dejar de anotar la cantidad de negocios de todo tipo y nivel que actualmente dirige y sostiene el crimen organizado por todas partes, junto con el número total de víctimas inocentes que provoca.
Un segundo episodio, caricaturesco, ha llamado la atención de los comunicadores y de la entera sociedad: legisladores jugando al “pipis y gañas” con teatrales montajes, no sin romper las reglas del juego que exigen evitar arañazos. No es momento de preguntarnos cómo se ha podido caer tan bajo, las respuestas las tenemos de sobra, pero el hecho demuestra que la involución es siempre posible. De momento no se ha llegado a los balazos como se estilaba en las legislaturas de los tiempos de la Revolución, pero los personajes siguen siendo más o menos los mismos: un cacique campechano y un aspirante a serlo, oriundo de la Ciudad de México.
El tercer episodio ha sido el pulcro, distinguido y educado encuentro entre la presidenta del país y el secretario Marco Rubio, sin que hubiera solemne firma de acuerdos, seguramente porque ya estaban más que signados. Un encuentro de amistad que acentuó aún más el ridículo protagonizado por la senadora Téllez en su pasada gira norteamericana. ¿Quién le iba a hacer caso en Estados Unidos si lo que la polémica legisladora pedía era algo que ya aquel Gobierno había negociado con quien de veras manda? Es carácter permanente y distintivo de la derecha no evolucionar, sino repetirse.