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Sin maquillaje: el SIAPA exige pico, pala y auditoría

¿Cómo no va a pedirte más el SIAPA por el agua que consumes, si la tiras a lo bestia y eres tú y sólo tú quien provoca las inundaciones porque arroja basura a las calles? ¿A poco no merece un mejor trato el organismo que, a veces, te hace llegar a la comodidad de tu hogar tu agua de chocolate que parece de tamarindo, pero sabe a cobre?

Si la Comisión Tarifaria sesionara hoy, seguro aprueba otro aumento. ¿Y qué crees? El SIAPA lo merece. Qué le hace que luego el góber y los alcaldes digan que no sabían lo que sus subordinados hicieron sobre una decisión que impactará en millones de usuarios.

La verdad es que, haciendo a un lado la falta planeación de ciudad, la entrega de permisos de uso de suelo como si fueran botellitas de agua en mitin electoral, el acomodo discrecional de la nómina, la entrega de plazas para los compas, la mala calidad del agua que llega a las casas, las avenidas que se convierten en toboganes en cada típica lluvia atípica, y el que ya se normalizó la temporada de pagar por pipas en verano, al Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado no le duele nada.

Si se trata de ver el vaso medio lleno, un aumentito más por las tarifas de agua permitiría crecer el tabulador y, así, el honorabilísimo puesto de director general superaría los 101 mil pesos mensuales, sin contar los dos mil 571 de apoyo para transportarse y tres mil 676 para despensa (datos de 2024, los de este año no son públicos todavía porque no ha subido el agua al tinaco).

Lo mismo ocurriría con la anhelada plaza de asesor técnico que está topada en 69 mil 445 pesos, pero que puede escalar a más de 73 mil si así lo quiere la banda. ¿O qué tal una subdirección de 68 mil 608 pesitos? ¿O una dirección comercial, de abastecimiento, de administración, de innovación, financiera o jurídica? Todas ellas en casi 63 mil pesos.

“Un sueldito”, dirían desde el Palacio de Gobierno de Nuevo León. Uno que está a millas náuticas (porque SIAPA) de los 11 mil 491 pesos que recibe un intendente o un auxiliar general, pero que bien merecen los que no salen a la calle a romperse la espalda para reparar la Ciudad Socavón en la que todas las autoridades que hoy te culpan por las inundaciones han permitido que se convierta Guadalajara.

Honestamente, a estas alturas nadie en su sano juicio defiende al SIAPA. Ni el más entusiasta de lo público, ni el más paciente de los contribuyentes, ni el más disciplinado votante. Sólo quienes cobran cada quincena desde sus entrañas justifican la existencia de ese castillo de agua puerca, moho institucional y decisiones encharcadas que, sí o sí, merece ser derribado ladrillo por ladrillo.

Aprovechando que el gobernador Pablo Lemus se subió al tema de la reingeniería, qué tal si en lugar de eso le ponemos en la mesa un derrumbe con pico, pala y auditoría. Porque lo que ha colapsado no son sólo las tuberías, sino es la legitimidad misma del aparato. Si soltamos de la discusión pública al organismo operador que se empeña en decepcionarnos un día sí y otro también, la burocracia dorada que escupe lodo seguirá haciendo lo mínimo por trabajar y llenándose las bolsas con el dinero de las personas.

El SIAPA, ese “Frankenstein” intermunicipal creado para garantizar el agua en el Área Metropolitana de Guadalajara, hoy es un monumento a lo que no debe ser un organismo público: opaco, ineficiente, clientelar y caro.

Y de eso, quienes habitamos esta noble y leal ciudad, ya estamos un poquito hartos.
 

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