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Recado urgente del pasado

Dice, a la letra: “¿Cómo es posible que en tan sólo 45 años hayan echado, tapatíos, casi todo esto a perder? ¿De 1935 a 1980?” Firmado, probablemente, por muchos otros tapatíos de antes.

Es, como se indica en la ilustración, la esquina de Tolsa y Vallarta. (Nunca “Enrique Díaz de León” y “Juárez”. Ni “Tolsá”.) Quisieron acabar hasta con los nombres de las calles. No lo lograron. Pero bien que la estupenda gasolinera art-déco del fondo a la derecha, probable obra de Juan José Barragán o de Rafael Urzúa, fue demolida desde los setenta para edificar un torvo galerón-cine que desde hace muchos años está abandonado. Bien que las casas del fondo centro-derecha fueron casi todas, obras de Luis Barragán, desfiguradas o demolidas. Bien que la espléndida Escuela de Música de la izquierda, obra de Alfredo Navarro Branca fue destruida en 1980, nada menos que por la propia Universidad de Guadalajara, para erigir un soporífero y calorífero y contaminante, por su huella de carbono y su vista, edificio gordo lleno de aire acondicionado y luces prendidas todo el día.

Queda, medio abandonada, la excelente casa de Pedro Castellanos Lambley, en fina clave morisca, que se ve al fondo a la izquierda. Queda, hasta el día de hoy, la Rectoría de la Universidad de Guadalajara, ahora sede de su museo, también obra de Navarro Branca con notorias colaboraciones de Rafael Urzúa. Qué poco.

Eso sí, queda al mero fondo el Parque de la Revolución, o mejor Parque Rojo, de la autoría de los hermanos Juan José y Luis Barragán. Mochado por Federalismo y todo, resiste.

Prosigue el recado: “Piensen, tapatíos, que las herencias arquitectónicas son inapreciables para que ustedes entiendan quiénes son y a dónde van. Que tumbar cosas a lo bestia (como el ciprés de Catedral) es asunto de bárbaros y de cretinos. Que poner un edificio mediocre en vez de la Escuela de Música es un gesto de atraso, de corrupción, de gangsterismo politiquero, de torpe pretensión para que ciertos grupos universitarios se den importancia. Piensen que la historia los juzgará.”

El mensaje podría proseguir durante muchas páginas, tanto ha sido lo perdido. Sin embargo, los anónimos redactores del recado terminan con un párrafo de valeroso optimismo:

“Piensen, tapatíos, que tanto más es lo que a pesar de todo les queda. Pero se han acomplejado, gringuificado, entelevisionado, embobecido. Ya ni se fijan que Guadalajara bien podría seguir siendo preciosa. Que tienen el Teatro Degollado, por ejemplo, el mejor teatro del país. Que tienen veintiseis obras de Luis Barragán por cuidar y conservar. Obras modernas de los 50 a los 60 ejemplares. Que tienen barrios extraordinarios que serían el orgullo de cualquier ciudad del mundo: la Capilla de Jesús, Mexicaltzingo, Analco, Mezquitán, Santa Teresita…y colonias ejemplares: Francesa, Reforma, Americana, Obrera, Moderna… Y mil y mil cosas más que con un poco de atención, con agua y jabón y energía podrían regresarles a ustedes, tapatíos, el orgullo de serlo. No sean cobardes, cuiden lo que les dejamos. Sean así mejores.”

jpalomar@informador.com.mx

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