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Que el balón ruede, solo mientras sea más y más rentable

La perspectiva recaudatoria de la FIFA va camino a agotarse. Aunque por estos tiempos parezca improbable o lejano, la mirada “clink-caja” de quienes manejan el fútbol a nivel mundial quedará caduca más temprano que tarde y no será sostenible en el largo plazo. Aseverar esto podría parecer cuanto menos una exclamación osada, porque en los tiempos actuales es contra fáctico plantear un cambio de paradigma mientras cuestionamos la brutalidad de los ajustados calendarios con los que FIFA programa sus eventos, a la vez que experimentan la creación de más torneos, nuevos formatos y pretenden más certámenes con partidos comprimidos en su órbita, escenario que contradice la premisa que aquí venimos a pronunciar. Ahora bien, el planteo es, si esta visión meramente recaudatoria es sostenible en el tiempo, y creemos que no. Al menos no como está configurada hasta entonces.

Es difícil relativizar las sensaciones que experimentamos cubriendo el Mundial de Clubes que recientemente se disputó en Estados Unidos, el primero con ese novedoso formato, símil a una Copa del Mundo de Selecciones. Los estadios parecían un sauna, los partidos se jugaban, en la mayoría de los casos, bajo un calor abrasador y en realidad con ese tipo de decisiones que toman quienes ostentan cargos ejecutivos, en verdad están descuidando lo más preponderante que tiene el fútbol, algo irremplazable, en esencia, que son los futbolistas; los verdaderos y auténticos protagonistas de este bendito deporte.

No pocos jugadores, y algunos de renombre top y consagrados a nivel mundial, se quejaron públicamente por las condiciones de practicar deporte bajo condiciones climáticas poco recomendables, situación que los expertos de la salud desaconsejan. ¿Es necesario organizar un partido con 40 grados de sensación térmica? Para la FIFA pareciera que sí. Lo que debería ser inadmisible, y aquí radica el verdadero problema de desafiar los límites, es organizar ese partido en un horario de calor extremo, solo porque debe ser televisado hacia otros continentes en horario prime, porque en fin la estrategia es meramente recaudatoria.

Por caso, fue realmente preocupante ver en vivo cómo el joven y talentoso futbolista argentino Enzo Fernández, cayó desplomado en pleno partido por no soportar la ola de calor, cuando su equipo Chelsea le ganaba a Fluminense en el Met Life de New Jersey y acariciaba el pase a la final, en pleno verano neoyorkino. ¿Qué habrá pasado por la cabeza de las autoridades de FIFA en ese preciso momento, mientras observaban el partido cómodamente en un palco hospitality con aire acondicionado, champagne francés y jamón ibérico? Al final, el que queda expuesto es el verdadero protagonista, el activo de este negocio, que es, como dijimos, el jugador de fútbol.

Los organismos y comités organizadores desoyeron el reclamo de deportistas de elite que se quejaron a viva voz del estado de los campos de juego en la Copa América de Estados Unidos 2024, y la FIFA no mejoró esa problemática para el Mundial de Clubes; por ejemplo la estrella belga de Real Madrid, el club más poderoso y resonante del planeta, Thibaut Courtois, expresó su queja sobre el mal estado de los campos en el Mundial de Clubes sin miramientos en una zona mixta ante una pregunta de quien firma esta columna. Es decir que de un año hacia el otro, nada cambió.

Y lejos de resultar eso un hecho aislado, es una situación con antecedentes directos, cuando en la Copa América 2024 también realizada en Norteamérica, de hecho con sedes repetidas, varios protagonistas habían decidido blanquear su enojo por el descuidado – y artificial- estado de los campos. ¿Corregirán alguno de estos aspectos para la Copa del Mundo 2026, a realizarse en Estados Unidos, México y Canadá? Hasta aquí, parecería que no. Pero todas esas cuestiones operativas que tienen que ver con la puesta a punto de los escenarios para un partido, incluso quedan en un segundo plano ante la preocupación máxima y constante de las delegaciones: competir en un contexto de calor extremo, situación que es riesgosa para los deportistas e incluso para aficionados, periodistas, staff de los estadios, entre otros. En fin, para todos menos para quienes recaudan.

Junto a colegas de diferentes sitios del mundo, como prensa acreditada, hemos visto a paramédicos socorrer a gente de las gradas, hidratarlos y prestarles atención médica. Hemos visto a futbolistas que son estrellas del deporte quejarse públicamente de estos aspectos. Hemos visto a jugadores desplomarse en el campo agobiados por exigir su físico bajo ese calor sofocante. Pero no hemos visto a las autoridades competentes abordar el tema públicamente. La FIFA deberá tomar nota de ello, no puede esperar –o rezar- que no suceda una tragedia.

Los campos no son óptimos para un nivel de élite, hay un sinfín de fallas a nivel organizativo –principalmente en Estados Unidos, un país con escasa cultura futbolera-, y exponen a los jugadores obligándolos a competir bajo temperaturas sofocantes para que el show pueda ser televisado hacia Europa y otros continentes, porque el horario prime y los fines recaudatorios son la prioridad. No todo debería estar permitido, en algo la FIFA debería ceder. Están jugando a ser los dueños incuestionables de este negocio, y aquí lo que se cuestiona no es la visión de negocio en sí, sino hasta qué punto ese esquema es sostenible.

Ni siquiera esta política de FIFA asegura espectacularidad o encuentros atractivos, cantidad no es necesariamente calidad, los partidos se están volviendo poco encantadores, escasean los goles, los futbolistas tienen instantes de creatividad a cuenta gotas. El sindicato mundial de futbolistas (FIFPro) comunicó a mitad de año que había llegado a un "consenso" con la FIFA para garantizar 72 horas de descanso entre cada partido y que los jugadores deberán tener, como mínimo, 21 días de descanso al final de cada temporada, pero en contra parte, el presidente de la FIFA Gianni Infantino había declarado sobre el final del Mundial de Clubes que: "Hemos generado ingresos de más de 2 billones de dólares. Eso equivale a 31 millones de dólares por partido”. Además, como complemento a las palabras de Infantino, FIFA comunicó en los primeros días de septiembre en una circular de prensa que un informe de Nielsen Sports estima que alrededor de 2700 millones de espectadores siguieron el Mundial de Clubes a través de diversos medios de comunicación y que aproximadamente 2.5 millones de aficionados asistieron a los estadios de las once ciudades anfitrionas.

A propósito, por otro lado, un estudio internacional presentado por las organizaciones Football for Future y Common Goal junto con la empresa Jupiter Intelligence, advirtió que 10 de los 16 estadios seleccionados para la Copa del Mundo 2026 superan los límites de seguridad térmica, lo que debería contemplar la posibilidad de replantear sedes, horarios o al menos protocolos deportivos. El análisis, titulado Pitches in Peril, divide los días de partidos en tres categorías: “jugables”, “jugables con adaptación” e “injugables”. Según los datos que revelan, en 2025 el estadio de Houston ya cuenta con 51 jornadas catalogadas como “injugables”. Dallas tendrá 33, Kansas 17, Atlanta y Monterrey 9 cada uno, Miami 8, Filadelfia 7, Nueva Jersey 3, Boston 2 y Los Ángeles una. El cálculo se hace sobre el índice WBGT, que mide el estrés térmico por encima de los 35 grados.

¿Será que es momento de que llegue una instancia de reflexión, una pizca de sensatez? ¿Será que llegó el momento de implementar buenas prácticas para resguardar a los futbolistas? En el Mundial 2026 no los hagan jugar con 40 grados para vender más. Ojalá prevalezca el sentido común y la humanidad como valores, porque el modelo de los millones a todo costo, ojalá que no, pero podría costarles más de lo que recaudan.

petrichrad@gmail.com

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