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Por una ciencia social rigurosa

Mediante la creación de revistas académicas (como Acta Republicana), proyectos de investigación social colectiva (como Jalisco a futuro), numerosos libros, artículos y ensayos, por no olvidar su formación de varias generaciones de científicos sociales (entre los cuales podemos nombrar a Alberto Arellano, Mónica Montaño y Héctor Solís Gadea), el doctor Marco Antonio Cortés Guardado (Zacatecas, 1954) ha contribuido decisivamente a consolidar los estudios sociales y políticos de nuestro estado. No es una exageración llamarlo decano de la ciencia social jalisciense.

Si consideramos que la École Libre des Sciences Politiques de Francia (hoy Institut d’Études Politiques) —la primera escuela independiente de ciencia política en el mundo— fue fundada en 1872, podemos concluir que la ciencia política mexicana nació apenas ayer. La UNAM fundó su Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales (hoy Facultad) en 1951. Por su parte, la UdeG inauguró su Facultad de Estudios Políticos, Internacionales y de Gobierno hasta 1991 —si bien es cierto que su licenciatura en sociología había nacido en 1977; y su maestría en sociología (hoy maestría en ciencias sociales), a principios de los ochenta—.

Marco Cortés estudió sociología en la antigua Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara. Como tantos otros jóvenes post-68, asumió con entusiasmo la orientación marxista e intentó unir su vida intelectual a la acción pública. (De ahí su militancia en una célula del Partido Comunista Mexicano). Sin embargo, con los años transitó del marxismo en boga en las universidades latinoamericanas a la teoría democrática y el pluralismo teórico y metodológico: giro que muchos académicos se negaron a hacer para refugiarse en un anacrónico escolasticismo marxista o en un desencanto político radical. Vale la pena recordar que Cortés Guardado fue pionero en la enseñanza de la teoría social norteamericana en nuestro estado, así como de sociólogos no marxistas.

Su larga y rica trayectoria se ha enfocado en el estudio de la cultura política, la integración social, la democratización y los valores sociales en México y Jalisco. Pionero de los estudios de opinión y de la metodología de las encuestas en nuestro país, su amplio dominio estadístico, aunado a sus lecturas de autores como Bobbio, Rawls e Inglehart (entre muchos otros), le han permitido desarrollar una ciencia social rigurosa, creativa y fecunda.

Cortés Guardado parte siempre, no de compromisos ideológicos, sesgos o dogmas, sino de los datos de la realidad social, de hechos empíricos y de estadísticas rigurosas. Vincula, además, esos datos con una teoría política amplia y ambiciosa. Véase, por ejemplo, su libro ¿Partidos sin partidarios? Dinámica de la desafección política en Jalisco 1997-2017 (2020) o su Identidad política y cesarismo populista en México. Cómo explicar el triunfo electoral de AMLO en 2018 (2022).

En tiempos en que las disciplinas sociales y humanísticas sucumben al pensamiento ideológico, la escritura farragosa, la hiperespecialización, las modas académicas y la rabia irracional contra el método, la obra de Cortés Guardado es un modelo de ciencia social mexicana intelectualmente sofisticada y políticamente relevante, a un tiempo teórica y empírica, cualitativa y cuantitativa, y que rehúye tanto a la metodolatría como a la perorata emocional disfrazada de ciencia.

Hoy, por desgracia, cada vez menos jóvenes desean estudiar carreras como sociología, ciencia política, historia o antropología. En nuestro estado —y en la centenaria Universidad de Guadalajara—, somos herederos de una pequeña pero rica tradición científico-social —lo cual implica conocer y reconocer las obras de universitarios como Marco Cortés Guardado, Jaime Sánchez Susarrey, Javier Hurtado, Teresa González Luna o Misael Gradilla Damy—. Recordarlo podría ser el primer paso para revitalizar los estudios sociales y políticos en Jalisco.
 

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