Mil amparos
Ni diez mil amparos bastan para contener las consecuencias de un urbanismo desbocado y una agresiva voracidad agrícola, todo revuelto en el crisol de los intereses egoístas donde políticos, sociedades, empresas, gremios y confederaciones luchan y debaten por todo, menos por Chapala.
Pero pensemos antes de proseguir que Chapala no es solamente un lago, sino el símbolo de un proyecto ecológico creado por la naturaleza y que representa a todos los ecosistemas de México y del mundo amenazados por nuestra depredadora especie humana.
El primer gran agravio que se perpetró contra este lago fue la desecación intencional de la ciénaga; el segundo, el acueducto Chapala-Guadalajara; el tercero, la infinidad de represas que se fueron construyendo en el curso del río Lerma, junto a miles de pozos que en toda su cuenca se han perforado en favor de una agricultura que no deja descansar la tierra, la agota y la explota sin la menor consideración; el cuarto agravio fue la presa Solís; el quinto ha sido la sobreurbanización de la ribera del lago, que ya brincó a la otra orilla y que es una de las más visibles y condenables expresiones de la voracidad inmobiliaria, con la complicidad de empresas, ayuntamientos y, desde luego, inquilinos. Hoy día, las complejidades urbanas de Guadalajara se viven ya y se soportan en la ruta que va de Chapala a Jocotepec: tráfico saturado, contaminación de los mantos freáticos, exceso de basura, polución del aire, contaminación de la laguna ya de por sí tan afectada en este aspecto, degradación social, delincuencia, etcétera.
Como si esta devastación no fuera suficiente, vino la amenaza de construir un segundo acueducto para seguir fomentando el crecimiento urbano ya insostenible de la Zona Metropolitana de Guadalajara, a costa justo de la naturaleza de su entorno; y si fue posible el proyecto de ese segundo acueducto, ¿por qué no habría de serlo la posibilidad de un acueducto de la presa de Solís a la ciudad de León? ¿Qué ambiciones y voracidades tienen más derechos: los de aquí o los de allá?
Es muy evidente que el acueducto de León sea más una apuesta política que un proyecto social; a fin de cuentas, vivimos en la era de los Gobiernos populistas en todos los niveles, pero la ciudadanía aspiraría a un discurso por lo menos inteligente de parte de sus líderes. Por supuesto que el acueducto afectará al lago de Chapala, pues las aportaciones que la presa Solís debe hacer al lago dependen de su almacenamiento anual, y si este todo el tiempo se verá menguado por dicho trasvase permanente a León, tales aportaciones se volverán letra muerta. Nadie está negando aportar agua a Chapala, si la hay, pero por supuesto que ya no la habrá.
¿Hay o hubo un acuerdo que la gente desconoce? ¿La negación del acueducto de la presa del Zapotillo a León se pagará con la concesión del acueducto de la presa Solís, y todo el debate es mero teatro? Nuestros políticos son capaces hasta de darse de manotazos públicamente y desgreñarse para distracción de la ciudadanía y carroña de los medios de comunicación, pero eso finalmente no afecta para nada sus acuerdos y convenios.
Nuestro problema de fondo es que seguimos siendo una banda de saqueadores de las riquezas nacionales, mucho más radicales e insaciables que los tan denostados conquistadores europeos.