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¿Matrimonio temporal?

Hay una máxima que dice: lo que importa no es elegir bien a la persona con la que te vas a casar, sino de la que te vas a divorciar.

Dicho lo anterior, les comparto una angustia.

Acepté participar hoy en un foro legislativo sobre una propuesta de reforma que crea la figura del matrimonio temporal en plazos convenidos de dos a cinco años con opción a renovarse o rescindirse según las partes.

Ignoro en calidad de qué se justifica mi presencia en la discusión legislativa. Inicialmente supuse que como víctima y sobreviviente de esta institución, pero me aclararon que será en calidad de “analista político”.

Así que me centraré en lo segundo y dejaré el melodrama de lo primero.

Ni duda cabe: el matrimonio está en crisis.

Vean la tendencia: en 1985 había en México 6 divorcios por cada 100 matrimonios. En 2014 eran 19 divorcios por cada 100 matrimonios. Y la incidencia aumentó a 32 divorcios por cada 100 matrimonios en 2023 (significa que uno de cada tres matrimonios no sobrevive). Son cifras del INEGI.

Ahora, ¿cuánto dura en promedio un matrimonio?

En los primeros cinco años ocurre el 20% de los divorcios. Luego, en el periodo de los 6 a los 15 años, se da el 33.5% de las separaciones.

Superado ese plazo fatal están los que acaban entre los 16 y 20 años (12%) y aquellos que superan los 20 años y luego se divorcian (33.8%).

Esta iniciativa sobre el matrimonio por tiempo determinado, impulsada por la bancada de Hagamos en el Congreso de Jalisco, responde a esta realidad.

La propuesta reforma el Código Civil de Jalisco para que una pareja firme contratos matrimoniales por dos a cinco años con opción a renovarse de forma indeterminada o liquidarse en el plazo fijado o antes.

Plantea además un acuerdo anticipado sobre el régimen económico, pensión alimentaria, custodia y esquema de visitas a los hijos, con la idea de evitar complicados juicios de divorcio. Esto simplifica una separación, ahorra costos económicos y emocionales sin perder la protección legal ajustándose a los intereses de cada pareja.

Hablé al principio de la “crisis del matrimonio”, pero lo correcto, creo, sería hablar de la ampliación de derechos.

El matrimonio tradicional ahí seguirá para quien lo quiera. Esta iniciativa sólo extiende el concepto de familia a uno en donde quepan todos, todas y todes para siempre y un rato.

Parafraseando a la poeta Wislawa Szymborska, cuyo poema “Divorcio” les comparto, la vida está hecha de puntos finales, suspensivos, comas, puntos y aparte, paréntesis, etc:

Para los niños, el primer fin del mundo de su vida.

Para el gato, un nuevo dueño.

Para el perro, una dueña nueva.

Para los muebles escaleras, golpes, carga, descarga.

Para las paredes, claros cuadrados tras los cuadros descolgados.

Para los vecinos de la planta baja un tema, una pausa en el hastío.

Para el coche, mejor que fueran dos.

Para las novelas, la poesía –de acuerdo, llévate lo que quieras.

Peor para la enciclopedia y el video,

ah, y para el manual de ortografía,

donde tal vez se explique el tema de los dos nombres:

si todavía unirlos con la conjunción “y”,

o ya separarlos con un punto.

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