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Manzana de San Sebastián de Analco años setenta y ahora

La manzana que ocupa el muy antiguo templo de San Sebastián de Analco solía ser hasta los años setenta del pasado siglo un buen ejemplo de conservación patrimonial y de integración urbana. San Sebastián se complementa, en el venerable y muy valioso barrio de Analco, con otra muy antigua iglesia: la parroquia de San José. Y con sus respectivos jardines.

Analizando esta compacta unidad urbana, una de las manzanas más significativas del contexto, resulta dramático constatar las pérdidas y las mudanzas. El templo de San Sebastián y sus anexos, en donde resalta la composición en cruz griega de la iglesia y sus variadas dependencias sufrió la amputación de su muro atrial. Al poniente, se propició la demolición y sustitución de uno de sus grandes claustros para la edificación de una escuela oficial “de línea”. Otra escuela oficial sustituyó a sendos antiguos edificios de patio central y corredores hacia el noreste.

Un callejón fue abierto para dividir la manzana en prolongación de la calle de Cuautla. A su costado suroriente fue edificado, en el decenio de los ochenta, el edificio destinado al Colegio de Jalisco, en uno de cuyos espacios fue acondicionado el patio de los Ángeles, proveniente de las infaustas demoliciones, muy anteriores, del convento de Santa Mónica.

Un tercio de la extensión de la manzana, al oriente, estaba ocupada por modestas, dignas y satisfactorias casas habitación de razonable escala y dimensiones. Su tejido, armonioso y compacto, estaba dominado por un sistema de patios con frecuencia arbolados. Ahora, un alto porcentaje de esas casas han sido sustituidas por bodegas y talleres.

El ejercicio de análisis de esta manzana del barrio de Analco, una de las principales de la demarcación, es muy útil para explicar, por extensión, algunos de los fenómenos que han demeritado el patrimonio urbano y edificado de Guadalajara. Una primera consideración que se aplica a multitud de casos: las edificaciones tradicionales, cuando tienen –como en los ejemplos señalados– reciedumbre edificatoria y generosidad espacial son muy capaces de albergar distintos usos. La mentalidad de toda una época, una miope modernidad, canceló casi por entero esta alternativa, que hubiera significado la preservación del legado histórico y la existencia de –por ejemplo– planteles escolares de mucha mayor personalidad, correcta funcionalidad y muy importante y relevante riqueza espacial.

Otro grave deterioro fue propiciado por la sustitución del tradicional uso habitacional para dar paso a giros incompatibles como los talleres y bodegas mencionados, que debieron encontrar ubicaciones apropiadas. Romper el tejido habitacional y alterar desordenadamente los usos condujo a la declinación del barrio de Analco, integrado y altamente vivible por siglos.

Analco, sin embargo, contiene aún poderosas y vigentes raíces, instrucciones genéticas que le permitirán a sus habitantes, a las autoridades, asumir su desarrollo y sus problemáticas, y generar nuevos acciones que, aprendiendo del pasado, devuelvan y refuerzan la vitalidad, la identidad del barrio. Reafirmar así su vigencia como uno de los enclaves urbanos más significativos y ejemplares de Guadalajara.

jpalomar@informador.com.mx

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