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Las plagas de Providencia

Los habitantes tapatíos de lo que fue la pequeña hacienda de la Providencia, de cuyo antiguo esplendor queda solamente un retazo de su acueducto, es hoy día una colonia poblada por gente pacífica que antaño se habría denominado “de mediano pasar” y, sobre todo, “poco gastar” o lo que Benito Juárez definió como “la decente medianía”. No falta quien disponga de una residencia mayor al promedio, así como hay departamentos un tanto modestos, pero en general puede decirse que es gente que dispone de lo suficiente para vivir razonablemente bien.

Para quienes nos sentimos cómodos entre la clase media, vivir allí durante muchos años fue un sitio ideal, hasta que hicieron su aparición las plagas que padece en la actualidad.

Uno es el exceso de decibeles. La impudicia con que en algunos “antros” le dan vuelo al sonido, sin el más mínimo respeto al vecindario que pretende dormir o simplemente vivir tranquilo, no tienen “perdón de Dios”, aunque la realidad es que sus dueños y administradores se dicen católicos. Aquello de “no hagas a otro lo que no quieras para ti”, o que “el respeto al derecho ajeno es la paz” les vale un soberano cacahuate. Son muy pocos los que se han preocupado por aislar debidamente sus negocios. A éstos hay que felicitarlos…

Complemento de los antros resultan ser los afamados “viene-viene”. Como muy pocos negocios cumplen con el requisito de tener estacionamiento para sus clientes, lo cual da lugar a la violación de los espacios que deberían quedarse libres e incluso a invadir impúdicamente banquetas y jardines, se le ha dado entrada franca a esa combinación de acomodadores precipitados y prepotentes, íntimamente ligados al mundo de la delincuencia. Además de llevar y traer coches que estacionan en lugares a veces del todo indebidos, vigilan movimientos, dan aviso y, con frecuencia, también ejecutan actos vandálicos.

De ahí la tercera plaga: la inseguridad. Según los expertos los habitantes de dicha colonia son de los más azotados por el delito. Las patrullas de un lado a otro, son parte ya del paisaje cotidiano, aunque, desgraciadamente su éxito es relativo.

Como es natural el vecindario se está crispando y se han producido ya fricciones que llegan a mayores. Nada es más exasperante que ser molestado en tu propia casa.

Hay dos asociaciones de colonos: Colomos Providencia y Providencia Norte. La primera es lo mismo que nada: aparte de tender topes frente a las casas de sus dirigentes y otros lugares asaz inconvenientes, es prácticamente nada lo que hace, pero los de Providencia Norte trabajan muy bien y se están espabilando. Su preferencia es llevar la fiesta en paz, pero si las cosas no mejoran no será remoto que tomen el sartén por el mango y emprendan acciones más directas.

De momento se está hablando de boicotear y estorbar a restaurantes y bares que resulten especialmente incómodos para la ciudadanía… luego Dios dirá.

(jm@pgc-sa.com)

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