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La no política de transporte

Sin comentarios. Por enésima vez el gobernador dio marcha atrás a la decisión del comité tarifario del transporte público. Dejemos de lado la falta de atención a un organismo que creó el Estado para solucionar este tipo de conflictos y que el gobernador ignora una y otra vez con singular alegría. Pero respecto a los miembros de dicho comité debería de disolverlo, o ellos renunciar, pero eso es lo de menos. La pregunta de fondo es qué quiere el gobernador del transporte, cuál es la política de movilidad y qué tan alineados están en esto los responsables dentro de su Gobierno.

La tarifa es un elemento clave en cualquier política de transporte público. Por supuesto que se puede tener un transporte público de calidad a bajo precio, si decidimos de una vez subsidiarlo. El sistema de metro de la Ciudad de México, por ejemplo, está super subsidiado, solo le gana el de Shanghái, en China. El de CDMX tiene un costo de 13 pesos por viaje y cobra 5; cada pasajero recibe un subsidio directo de 8 pesos que se pagan con los impuestos de todos, me temo que incluyendo de los que no vivimos en la capital.

Sexenio tras sexenio la historia se repite. Gobernadores van y vienen sin que se toque la estructura fundamental porque lo que tenemos es una no-política de transporte

Lo que no se puede es tener un transporte público concesionado y de calidad con tarifas que en la práctica han estado congeladas todo el sexenio. El argumento es que si no fuera negocio los transportistas ya habrían regresado las concesiones. En eso tiene razón, solo un suicida come veneno por voluntad propia; si estuvieran perdiendo dinero no saldrían a la calle. Pero eso de ganar dinero también es un decir. La tarifa baja impacta en dos cosas: la calidad del servicio, que lo sufre el usuario, y la descapitalización: la falta de mantenimiento y la no renovación de las unidades hace que día con día nuestro sistema de transporte, independientemente de quien sea el dueño, valga menos. Visto desde el otro lado, la reposición implicará más inversión y ahí vendrán las lágrimas.

No nos tienen que platicar lo mañosos que son los empresarios del transporte público en esta ciudad y las resistencias que han puesto a la modernización, no este sexenio, sino desde hace por lo menos 35 años. Sexenio tras sexenio la historia se repite. Gobernadores van y vienen sin que se toque la estructura fundamental porque lo que tenemos es una no política de transporte, porque cada sexenio volvemos a empezar y a inventar soluciones.

El transporte público, al igual que el agua, la planeación urbana, los servicios de salud y educación, requieren planeación y visión de largo plazo. En una verdadera visión de movilidad urbana la tarifa debe ser parte integral de una política pública y no, como es hoy, un mecanismo de presión en la que, por un lado o por el otro, siempre pierde el usuario.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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