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La metamorfosis del gobernador

Fascinantes las transformaciones que vimos en el gobernador de Jalisco en menos de ocho días.

En medio de la contingencia por el COVID-19 lo vimos migrar del gobernador científico al gobernador político, y finalmente del político al gobernador burócrata.

Al menos eso es lo que nos parece.

Y me explico: para empezar, asumimos que por su formación como ingeniero (gente de números) desde un principio entendió perfectamente que el tema de la pandemia era una cuestión de modelos estadísticos, de ver el comportamiento de los contagios en otros países, aprovechar las experiencias buenas y las malas, y con base en esos modelos ser puntual y oportuno en determinadas acciones.

Y lo hizo: apoyado por científicos de la Universidad de Guadalajara, tomó medidas determinantes como iniciar la confinación una semana antes que el resto del país, una intervención directa de cinco días intensos de restricciones y un frenón importante a la movilidad de las personas al parar escuelas, antros, bares, conciertos y eventos masivos.

Y le funcionó; tan es así que a pesar de la negligencia y la necedad de un buen número de personas que viven como si nada pasara, en Jalisco la curva de contagios se sigue manteniendo estable, sin disparos, permitiendo hasta ahora manejar la pandemia.

Pero cuando el gobierno federal en la CDMX empezó a reconocer finalmente el mérito de Jalisco, el gobernador sintió los reflectores nacionales, se disparó esa parte del ADN político que busca el protagonismo, y se separó de la opinión del la UdeG para anunciar antes que ningún estado (y que el gobierno federal) la reactivación de las actividades no esenciales.

Pero los científicos levantaron la mano y alertaron (con toda la diplomacia posible) que se estaban adelantando las reaperturas dos semanas, y ese periodo sería crítico en número de contagios.

El gobernador político con sus reflectores reconoció que tenía que recular; no podía ir en contra de los científicos, y como es muy difícil para un político reconocer públicamente que se equivocó, se transformó en el gobernador burócrata, inventando toda una serie de procedimientos y trámites para la reapertura que le permitían tener a él nuevamente la ventaja de decir quién abre y cuándo (moviendo así la reapertura los 15 días que sugerían los científicos), pero metiendo a su gente del área económica en un auténtico brete porque tuvieron que desarrollar y echar a andar ese procedimiento burocrático en menos de 48 horas.

Al final hay una ganancia importante: hay condiciones para que no se disparen los contagios en Jalisco y la curva siga estable. Pero también hay una pérdida significativa para el gobernador: generó una enorme confusión entre la población y perdió confianza y credibilidad, provocó decepción entre sectores que empezaban a aprobar y apoyar su estrategia para enfrentar el COVID-19.

Fascinante esta transformación que en menos de una semana ocurrió como relámpago ante nuestros ojos.

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