La legislatura de la ignominia
La semana pasada se cumplieron diez años de la matanza de 15 jóvenes que se encontraban en una fiesta en el fraccionamiento Villas de Salvácar, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Como ha sido la costumbre en todos los niveles de gobierno desde hace muchos años, sea cual sea el partido en el poder, el gobierno del entonces presidente Felipe Calderón criminalizó sin argumentos a las víctimas. Cuando el ex mandatario visitó la ciudad fronteriza fue encarado por la señora Luz María Dávila, quien perdió en esa masacre a sus dos únicos hijos, Marcos y José Luis, estudiantes ambos. Le dijo que no era bienvenido y le recordó que sus hijos estudiaban y trabajaban, no eran pandilleros. Calderón escuchó con un gesto serio, hosco, pero sin un ápice de empatía, de arrepentimiento por haber acusado a esos muchachos que solo buscaban diversión. Este acto de la madre de dos hijos asesinados ha sido emblemático y una bandera para miles y miles de víctimas y familias que han padecido la violencia en este país y que no se sienten representadas por las autoridades, pero sobre todo que no han sido escuchadas debidamente.
Desafortunadamente, a más de diez años de que inició la guerra contra el narcotráfico, tenemos ejemplos de sobra de indiferencia y falta de empatía por parte de nuestros representantes populares, esos que se conducen según sea o no época electoral. El más reciente ocurrió la semana pasada cuando en el Congreso del Estado se realizó el foro para analizar y discutir las leyes relativas a la desaparición de personas. Durante tres días, en el patio del recinto legislativo, víctimas, especialistas, académicos, activistas y legisladores discutirían las iniciativas en aras de lograr el mejor marco jurídico en la materia.
La realidad les golpeó en la cara a las familias de las personas desaparecidas, pues no importó el retraso de dos años para armonizar las leyes locales, la urgencia de las familias que todos los días se enfrentan a la ausencia de sus desaparecidos y mucho menos su dolor; las y los diputados las dejaron plantadas. No quisieron escucharlos, enfrentar sus reclamos, no tuvieron el aplomo para acompañarles en un proceso necesario, optaron por la indiferencia, como Felipe Calderón, como el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien se negó a recibir a quienes caminaron por la paz.
Salvo algunas excepciones de diputadas y diputados a quienes al parecer calaron las críticas de su ausencia en la primera jornada del foro, las y los integrantes de la LXII Legislatura prefirieron encerrarse en sus oficinas, atender otros asuntos o irse a comer tamales a eventos en los que esconden sus intenciones pre electorales. Si el sufrimiento de las familias no les mueve ni una fibra de empatía y no le otorgan la seriedad indispensable a la emergencia humanitaria que tienen en sus narices, no podemos esperar más que discursos vacíos y banales en redes sociales, aunque se empeñen en defenderlos.
No sé si esperábamos más de ellos como representantes populares. Lo que ahora sé es que su ignominia los pinta de cuerpo entero.