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La UdeG ante su espejo

La siguiente anécdota histórica sobre la refundación de la Universidad de Guadalajara (UdeG), el 12 de octubre de 1925, explica las tensiones que ha vivido -y vive- la Máxima Casa de Estudios durante el último siglo.

La versión más difundida -lo que llamaríamos la historia oficial- indica que José Guadalupe Zuno, político y gobernador de Jalisco de 1923 a 1926, refundó la UdeG.

Otra historia, menos conocida, narra el papel del ingeniero Juan Salvador Agraz, científico, académico e inventor.

El 5 de enero de 1924, Agraz dictó una conferencia dedicada al gobernador Zuno, en donde proponía crear la Universidad de Guadalajara.

Zuno adoptó la propuesta de Agraz. La visión del político y el científico se unieron. Ambos comprendieron la importancia de una universidad en Jalisco pues sólo existía la UNAM en la capital.

Zuno creó una comisión con 13 miembros para elaborar el proyecto de Ley Orgánica y los planes de estudio en donde participó Agraz.

Ocurrió entonces un episodio que marcó la génesis y carácter de la universidad en años posteriores.

Por alguna razón hubo un desacuerdo entre Zuno, el político, y Agraz, el científico.

Las actas originales de la refundación, según el historiador Juan Real, mencionan esta pelea como un enfrentamiento entre el proyecto político (Zuno) y el proyecto académico-científico (Agraz). Este último abandonó Guadalajara después de que Zuno incumplió con nombrarlo rector de la UdeG; en su lugar designó a Enrique Díaz de León.

Agraz, un hombre con tres posgrados en Europa, llegó a ser titular del Instituto Mexicano del Petróleo en 1939 con Lázaro Cárdenas, justo cuando había que echar a andar esa industria desde cero, sin la tecnología extranjera desplazada con la expropiación petrolera.

Zuno por su parte fue un humanista pero su instrucción formal alcanzó hasta la preparatoria trunca.

Las páginas de la historia le dan el crédito a Zuno que cuenta con una estatua en la explanada de Rectoría como fundador de la UdeG. Ningún monumento o calle recuerda a Agraz en Guadalajara. Sin embargo, en la Ciudad de México sí hay una avenida con su nombre.  

La historia es un espejo. La tensión entre el proyecto político y el proyecto científico-académico está en el ADN de la UdeG y se repite a lo largo de estos cien años. Ese tamiz puede ayudarnos a entender los dilemas que enfrenta en la actualidad.

La UdeG ha tenido momentos en donde ha pesado más lo político sobre lo académico y viceversa. Hoy, esa tensión, tras la muerte de Raúl Padilla, busca su rumbo.

La gestión de Padilla fue una gran síntesis entre la visión política y científico-académica.

Sin embargo, hoy esa visión ha quedado rebasada por las demandas de una sociedad en crisis y, como consecuencia, una universidad también en crisis.

La historia nos enseña que el excesivo peso y protagonismo del plano político, descuidando la visión académica, científica y cultural, cataliza liderazgos políticos nocivos y hasta violentos.

Una característica indefectible (que no puede faltar) de la Universidad de Guadalajara es su libertad de pensamiento y crítica.
Quizás no de manera abrupta, pero se asoma el inicio de una nueva época.

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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