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Historias de terror

Truman Capote (Nueva Orleans, 1924 - Los Ángeles, 1984) acuñó la frase en la conciencia colectiva hace medio siglo con su célebre novela “A sangre fía” y nos hemos acostumbrado a repetirla más veces de las que me gustaría. Así como en aquella obra que narrara el homicidio de una familia en el estado de Kansas a finales de los años cincuenta del siglo pasado, leemos a diario historias que superan por mucho la “no ficción” de la obra más famosa del autor estadounidense.

Sin embargo, más de medio siglo después de su publicación (1966) hemos normalizado la lectura de historias de horror que suceden en nuestro Estado, que bien podrían superar aquélla, y que se registran por igual en una zona residencial que en una colonia popular.

En el transcurso de una semana hemos leído cómo “a sangre fría” tres hombres agreden con arma de fuego a una joven embarazada con tal de despojarla de su vehículo a plena luz del día en una zona comercial de Ciudad Bugambilias; cómo tres sujetos irrumpen a mitad de la noche en un domicilio de la colonia Del Fresno y sustraen a una familia entera: una pareja y su hijo de apenas ocho años, para minutos más tarde, y luego de someterlos en la vía pública, los agresores disparan en la cabeza a los padres frente a los ojos del niño y también cómo es que la resistencia a un asalto para robar una camioneta le arrebata la vida a una mujer frente a una niña de 11 años en Ciudad del Sol. Historias de terror.

Los últimos dos casos son particularmente alarmantes, pues evidencian que ya no hay lugar seguro para la ciudadanía, y no sólo eso, si no que los menores testigos de los crímenes son víctimas a quienes les cambian la vida, a quienes les arrebatan a su familia y quienes deben continuar con el recuerdo más traumático que podrían experimentar. ¿Quién se ocupa de los daños colaterales y de las víctimas que sobreviven? Porque también son víctimas y tendrán que vivir con ello.

Si bien la delincuencia es experta en encontrar una oportunidad en cualquier sitio y en cualquier momento, el hecho de irrumpir en la seguridad del hogar eleva la vulnerabilidad de la ciudadanía de forma inaceptable.

Así como el año pasado, y aún éste, se sumaban diariamente por cientos los casos positivos y los decesos por COVID-19 al grado de que la población mundial llegó al entumecimiento psicológico, de la misma manera se está normalizando la información sobre el alza en la violencia y los decesos por la delincuencia.

Hoy es un feminicidio, mañana desapariciones y pasado el hallazgo de una fosa clandestina o los asaltos con arma de fuego. La delincuencia existe, sí, en todos los países del mundo, pero lo importante es saber qué estrategias se están diseñando y poniendo en práctica para garantizar la seguridad de nuestra población. Se puede pensar de forma global, pero se debe actuar de forma local para poder resolver cuanto antes una necesidad básica: vivir sin miedo.

Nuestro Estado se ha ubicado entre los cinco primeros sitios en incidencia de homicidios dolosos en los últimos cinco años. Cerró el 2020 en el quinto peldaño con dos mil 689 homicidios de acuerdo al registro que publica el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Abrió este año en el segundo puesto y los números hablan por sí solos: entre enero y mayo de 2021 se registraron 834 homicidios, mientras que en el mismo periodo de 2020 se contabilizaron 745 homicidios, de acuerdo con el Semáforo Delictivo Jalisco.

Los números son fríos y nos revelan una realidad que duele y perturba. Ojalá que pronto dejemos de leer tantas historias de terror que bien podrían recopilarse en un bestseller.

puntociego@mail.com

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