Ideas

El efecto Uribe

La salida de Alberto Uribe no le va a quitar votos a Enrique Alfaro, lo que sí le está quitando, a Enrique y a todos sus compañeros del grupo político, es la concentración. Lo peor que pueden hacer es lo que están haciendo: hablar de Uribe, compararse con él, demostrar que son mejores, o mostrarse superiores, etcétera. Ese es el juego del que se va, eso es lo que Uribe quiere que hagan, y extrañamente los alfaristas lo están jugando.

En el discurso de cierre de precampaña en Tlajomulco, el hoy aspirante por MC a encabezar la cuarta administración consecutiva del alfarismo en ese municipio, Salvador Zamora, desperdició su discurso y en lugar de plantear una visión de futuro se dedicó a contestarle a Uribe y a decir que él no va a traicionar a Alfaro, dándole con ello la razón a quien dice retirarse del grupo porque el proyecto naranja gira en torno y solo en torno a la personalidad del líder.

El efecto Uribe puede provocar dos cosas muy negativas en el entorno alfarista: La primera es que todos se sientan obligados a manifestar públicamente su adhesión al líder (Zamora lo hizo). Esto, lejos de darle cohesión al grupo lo va a desarticular, pues estas manifestaciones en lugar se servir a la cohesión plantean una inevitable disyuntiva entre quienes ya lo hicieron y quien no lo ha hecho. El sospechosismo se impone. La segunda es la otra cara de la moneda de este mismo sentimiento. Al interior del grupo surgirá la pregunta ¿y yo por qué sigo aquí?  Todos lo negarán, pero será inevitable, porque sucede en todos los grupos donde hay desprendimientos. Es algo muy común, por ejemplo, en los grupos religiosos; cuando uno de los miembros deja la orden el resto termina preguntándose por qué yo no. En los momentos de crisis del grupo, que sin duda los habrá, esa pregunta estará siempre presente.

Lo mejor que pueden hacer los alfaristas es no hablar de la salida de Uribe en público

Lo mejor que pueden hacer los alfaristas en no hablar de la salida de Uribe en público, pues cada vez que los hacen lo único que provocan es mayor atención al que salió. Pero hacia el interior tienen que procesarlo de una manera distinta. Más allá de los rasgos de personalidad de Uribe, hay en su salida un mensaje sobre la forma de liderazgo de Alfaro. En todo rompimiento político, como el matrimonial, hay responsabilidad del que se va como del que se queda. Si Alfaro no asume la parte de responsabilidad que le toca en esta crisis la posibilidad de que se repita es alta.

Les llega como anillo al dedo a los alfarista el receso en las campañas para procesar el efecto Uribe.

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